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Luc Besson • Director

Arthur, un cuento ecológico de última generación”

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Que Luc Besson no ha sido nunca el ojito derecho de la crítica no es ningún secreto. Sin embargo, hoy día, más que por la calidad de las películas en sí, que son siempre acogidas de modo un tanto frío (lo cual no ha evitado que el público tuviese una opinión completamente distinta), la prensa se pregunta qué ha pasado con el director “malo” y violento de Nikita y Leon. Un interrogante que viaja de Francia a Italia con motivo de la presentación de Arthur y la venganza de Maltazard [+lee también:
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, que llegará a las salas italianas el 30 de diciembre (Moviemax, 150 copias).

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El segundo capítulo de esta saga ecologista, mitad acción real, mitad captura de movimiento y animación en 3D, prosigue con las aventuras del joven Arthur (el inglés Freddie Highmore de Charlie y la fábrica de chocolate) en el país de los diminutos Minimoys. Todos, desde la princesa Selenia hasta el últimos de sus súbditos, miden poco más de un par de milímetros. A excepción del malvado Maltazard (que en la primera entrega tenía la voz de David Bowie y en ésta la de Lou Reed), dos metros de maldad dispuestos a poner en aprietos el mundo de los humanos. Más allá no se sabe, aunque el “to be continued...” final deja clara la existencia del tercer capítulo.

Cineuropa: ¿Qué cambios ha habido del primer al segundo capítulo?
Luc Besson: La diferencia más grande es la experiencia. Cuando rodamos Arthur y los Minimoys [+lee también:
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, ni yo ni las más de 500 personas del equipo técnico, entre ellas los jóvenes animadores de BUF, habíamos trabajado en una película de animación. Este vez me he encontrado más libre, sabía hasta donde podía llegar. Y luego están los cambios afectivos de los personajes. En el primer capítulo, Arthur no se atrevía a declararse y Selenia se hacía la sueca. Ahora el protagonista tiene trece años y vive su primera historia de amor. Creo que, desde el punto de vista de los adultos, es muy conmovedor recordar la primera vez que dijimos “ésta es mi novia”.

Es un momento de gran vitalidad para el cine de animación. ¿Cómo valoras los éxitos de Pixar?
Siempre es excitante competir con los campeones, a pesar de que sabemos que es imposible ganar. La llegada de Pixar ha generado mucha energía, ha sido un estímulo para mejorar, sobre todo hoy que la técnica permite hacer muchas cosas. Hay que decir, por otro lado, que durante 40 años Disney se ha servido de la cultura europeo, adaptando nuestros libros. John Lasseter es distinto, es un artista de verdad que ha impuesto su modo de trabajar. En cualquier caso, Pixar tiene técnicos europeos y está interesado en nuestro trabajo.

¿Cómo habéis trabajado la captura de movimiento?
Cada personaje en 3D es ya de por sí una caricatura, por lo que no hay que tener miedo a pasarse. He empujado los actores a que exageren su interpretación durante la captura de movimientos. En la primera entrega, puso unos límites, ahora en cambio he pedido que enfaticen. Rodar con actores de verdad, además, da a las criaturas digitales una dosis de humanidad.

También en esta ocasión ha confiado, para la animación en 3D, en BUF. ¿Qué tipo de relación tienes con esta compañía?
Es un matrimonio feliz. El primer Arthur nos ha permitido conocernos mejor y me alegra poder dar nuevos desafíos que permitirán que BUF demuestre todo de lo que es capaz. Han desarrollado instrumentos de última tecnología que pueden competir en igualdad de condiciones con las grandes compañías estadounidenses.

Su película tiene un fuerte mensaje ecologista y no descuida los buenos sentimientos. Muchos no reconocen al director de Nikita.
Hay que tener cuidado con lo que se dice en una película. Con Arthur he intentado transmitir que hay que aceptar a los demás, sin diferenciar entre grandes o pequeños, blancos o negros. Creo que en los últimos cinco años la situación del planeta ha empeorado tanto, sin hablar siquiera de la pobreza, que no quiero hacer una película dura. En la época de Nikita, la sociedad burguesa de Francia era como un gato que ronroneaba, y yo quería tirarle de la cola. Hoy quiero dar dulzura y ánimo a los niños, teniendo en cuenta el mundo tan sucio y vulgar que les dejamos.

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