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Pierre Schoeller • Director

“Una intensidad de thriller”

por 

- El director, gran promesa del cine francés, revela los secretos de su segundo largometraje: El ejercicio del poder

Cineuropa entrevistó en París a un director francés que aborda con brío y objetividad temas de sociedad peliagudos, con una narración y una atmósfera cinematográfica muy estimulantes para el espectador. Pierre Schoeller analiza su segundo largometraje, El ejercicio del poder [+lee también:
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Cineuropa: ¿Por qué decidió sumergirse en las entrañas de un ministerio en El ejercicio del poder?
Pierre Schoeller: Quería ambientar la película en el universo del poder, desde un punto de vista psicológico, y contar una historia de hombres enfrentados y sumergidos en el seno del poder. Es un universo difícil, desconocido y tenso. A pesar de no haber realizado una película comprometida y política, hablar de la sociedad y de lo que se vive hoy siempre me ha interesado. Cualquiera puede tener acceso al material que yo tenía para los cimientos del guión: artículos de prensa, fotos, libros, algunas visitas. Leí mucho entre líneas. Para las fotos de periodismo político, por ejemplo, hay que mirar las actitudes, las maneras, los escenarios en que se celebran las reuniones… Si dejamos atrás el rostro, la personificación del hombre político, todo lo demás es bastante apasionante. La escenografía de la película es calcada a la de las fotos que coleccioné. Además, conté con algunos asesores técnicos: un fotógrafo del diario Libération, un antiguo director del gabinete del ministro de Transportes y un contacto en comunicación.

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¿Por qué el ministerio de Transportes en particular?
Me interesaba la relación entre emoción y poder; no búsqueda del poder o su defensa, sino su práctica, cómo se desarrolla, en especial, desde un punto de vista emocional, de sensaciones, de amistad, de estima, de menosprecio, etc.; preguntarse ¿quiénes son estos hombres o estas mujeres que van a pasar 20 o 30 años en política? Su capacidad de supervivencia es asombrosa: gabinetes y ministerios son un medio ambiente muy inestable.

El jefe de gabinete y el ministro representan dos tipos de personajes muy diferentes.
Hay un hombre con un lado oscuro y un hombre con un lado luminoso, un hombre del interior y un hombre del exterior, un hombre inmóvil y un hombre en movimiento. El jefe de gabinete tenía que desprender cierta neutralidad, una especie de discreción y de elegancia de grandes proporciones: una figura de funcionario llevada al extremo porque, a pesar de todo, es bastante ejemplar. El ministro es, más bien, alguien que se proyecta en la complejidad de la gente de hoy, en la velocidad, la tecnología, las tensiones sociales, las tensiones en el seno del gobierno. Es un personaje muy efervescente, activo y que tiene una generosidad bastante excepcional, pero es duro porque la práctica del poder lo obliga a actuar con cierta dureza. También hay una componente de ferocidad que elude la apología del hombre de Estado.

La película evita cuidadosamente emitir juicios.
No se trata de ideología. El espectador debe interpretar por su cuenta. En todo caso, quería que la película fuera física, tensa como un thriller, de ahí esta obsesión por la velocidad, esta presencia de lo espectacular y una historia que jamás es tranquila. La fuerza de la percepción desempeña un papel muy importante en la película.

¿Qué puede decirnos del papel del ministro que encarna Olivier Gourmet?
En esta generación de actores, Olivier ocupa un lugar ineludible. Es el único que podía captar toda la energía del personaje. Si se tienen en cuenta todos los registros emocionales por los cuales pasa el ministro, el papel es enorme. En cada escena, hay un desafío interpretativo.

Michel Blanc en director de gabinete.
Es un papel de presencia. Lleva el Estado sobre sus hombros. El personaje ha sido construido con muy pocos elementos y Michel lo ha captado de manera genial. Es un gran actor, al cual no se le reconocen todas sus cualidades.

Su filmografía aborda temas sociales de manera poco intimista.
Procuro alejarme del naturalismo desde el guión, imprimiendo un ritmo bastante particular para la narración. Dos cosas me obsesionan: ¿qué vamos a proponer como experiencia al espectador y hasta qué punto de intensidad le llevaremos? En Versalles, era la intensidad melodramática; en El ejercicio del poder, es más bien la intensidad del thriller. Una vez delimitado este campo, la escritura es libre y no funciona basándose en estructuras psicológicas como en el naturalismo, donde la narración es, a menudo, una resolución de conflictos psicológicos.

¿Cuál será su próximo proyecto?
Una película sobre la Revolución Francesa.

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