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Michael Glawogger • Director

“Si crees que es posible cambiar el mundo con una película, estás equivocado”

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- Cineuropa charló con el austriaco Michael Glawogger tras la presentación del documental Whores’ Glory, en competición en el festival de Gijón

Desde que comenzase su carrera como director, guionista y fotógrafo a inicios de los años 80, el austriaco Michael Glawogger ha demostrado una enorme versatilidad, saltando continuamente entre el documental y la ficción y, dentro de esta última, entre géneros. La 49ª edición del Festival Internacional de Cine de Gijón le ha homenajeado con una retrospectiva y la proyección de su último documental, Whores' Glory [+lee también:
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(leer más). Esta cinta, premiada en la sección Orizzonti de Venecia, completa su trilogía sobre el mundo del trabajo, iniciada con Megacities, en 1998, y seguida por Workingman's Death, en 2004. Cineuropa ha hablado con él sobre su acercamiento al documental.

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El aspecto sensorial de sus documentales, por encima incluso del contenido, es una de las cosas más llamativas: “Todas las formas de cine son creación. Creas una atmósfera, algo que refleje el universo que has visto con tus ojos”, explica el realizador. La música, ajena por completo al lugar y al momento que reflejan sus documentales (la banda sonora de Whores' Glory cuenta con canciones de PJ Harvey, Antony and the Johnsons y CocoRosie), gozan de un gran protagonismo: “Utilizo la música para comunicar ese sentimiento. A veces hay quien me dice que la música cambia la realidad; a ellos les respondo que no incluirla, también. Simplemente estamos acostumbrados a que los documentales no tengan música, pero la realidad tiene música. Es una cuestión de cómo percibes la realidad”.

Su trilogía sobre el mundo del trabajo, posiblemente su obra más célebre, refleja este universo en lugares muy distintos entre sí, redefiniendo por completo el concepto de espacio. Lugares con un carácter muy marcado, que Glawogger admite que es algo que necesita: “Mi cine no tiene un objetivo político y por lo tanto el tema no es lo más importante. Si no tengo un lugar con el que pueda contar una historia, no hago la película. Si estás trabajando en un arte visual, necesitas un espacio visual”.

“Para mí existe una gran distinción entre la ideología y el documental. Por ejemplo, Dziga Vertov era un cineasta muy ideológico, pero no por eso es importante en la historia del cine; lo es porque era un cineasta apasionado y casi poético que nos mostró la época en la cual vivió. Si el documental es utilizado únicamente como herramienta política, cuando eliminas los elementos cinematográficos sólo queda opinión. No queda cine. Yo hago lo contrario: películas sobre cómo veo el mundo”, dice Glawogger, que añade “¿A quién le importa mi opinión? Si crees que es posible cambiar el mundo con una película, estás equivocado por completo”.

Este afán de transmitir un ambiente se refleja en un lenguaje cinematográfico en el que la cámara, a excepción de algunos momentos de intimidad, pasa por completo desapercibida. Sólo hay una manera de mimetizarse de este modo: “Me conocen. Llevo allí desde siempre (risas). La clave es el tiempo y la paciencia. Si no, haces entrevistas. Es necesario crear un vínculo con la gente. Hacer una película es tan aburrido que en poco tiempo se olvidan de ti. No eres más que el chalado de la cámara (risas). Es entonces cuando la normalidad se despliega ante tus ojos”.

Para el futuro su sueño es un documental sin tema. Sin embargo, no es tan sencillo como parece: “He encontrado muchas cosas muy interesantes para trabajar en ellas, pero no he podido hacerlo porque estaba haciendo una película sobre alguna cosa. Si no tienes un tema, puedes rodar cualquier cosa. Es un reto que por un lado me da miedo, ya que no tienes nada que te sujete, pero por otro, como artista, me atrae el reto de la pantalla en blanco”.

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