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Claudio Noce • Director

"Una fábula negra anclada en la realidad"

por 

- El 13 de noviembre se estrena lo nuevo de Claudio Noce: La foresta di ghiaccio. Nos reunimos con el director con motivo de su presentación en el festival de Roma

Claudio Noce  • Director

Después de la historia de inmigración y amistad ambientada en el barrio más multicultural de Roma que relató en Good Morning Aman [+lee también:
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Claudio Noce rodó su segundo largometraje, La foresta di ghiaccio [+lee también:
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, en las montañas del Trentino: un noir sobre los turbios misterios de un pequeño pueblo alpino protagonizado por Emir Kusturica, Ksenia Rappoport, Adriano Giannini y Domenico Diele, presentado en el 9º festival de Roma (leer la crítica) y estrenado en los cines italianos el 13 de noviembre.

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Cineuropa: ¿Qué le llevó a dar este giro de 180º hacia el cine de género?
Claudio Noce:
 Me apetecía medirme con una nueva vara. El proyecto nació de una dicotomía: por un lado, el deseo de dominar el género y sus mecanismos narrativos; por otro, la intención de no abandonar un cine centrado en emociones y personajes. Mientras que en mi trabajo anterior, el contexto urbano era protagonista, esta vez buscaba el silencio de la naturaleza. Además, quería intentar hacer un cine más grande para llegar a un público más trasversal y heterogéneo. Podríamos definir la cinta como una fábula negra; el lugar lo inventamos nosotros; los personajes responden a reglas imaginarias, pero mantienen un contacto fuerte con la realidad y un contexto social concreto: el de la inmigración clandestina.

¿Cómo trabajó con los actores en un set tan complicado?
Fue increíblemente difícil rodar en un lugar tan extremo pero era lo ideal para contar esta historia. Padecíamos realmente ese frío, ese malestar, en mitad de las tormentas de nieve, a -20ºC y 2.200 metros de altura. Trabajar en unas condiciones tan especiales favoreció una relación íntima con la naturaleza. Los actores conectaron por completo con el lugar, que les ayudó a entrar en sus personajes. El reparto era extraordinario, muy variado, un poco extraño: un romano, un toscano, una rusa, un serbio…

¿Y Kusturica? ¿Le dio algún consejo?
Me daba mucho medio pensar en dirigir a un monstruo sagrado del cine como él pero convertí ese temor en una fortaleza. Él colaboró mucho. El primer día de rodaje me estudió: quería mirar siempre la pantalla; después se fió de mí y me respetó. Dio mucho de sí mismo y cada cierto tiempo me daba una sorpresa, algunas muy bonitas. Sólo en las escenas de violencia me sentí con fundamento para contradecirlo. Él tiene su forma de verla: en su cine, la violencia es irónica y grotesca, y en esa dirección iban sus propuestas. Pero éstas no encajaban con esta película, y así se lo dije.

Hablando de estilo, en la película se echa mano a menudo del ralentí. ¿A qué razón se debe?
El ralentí es un acento del lenguaje cinematográfico que hay que saber dosificar porque puede resultar contraproducente, puede cansar, distraer o fastidiar. Para mí, el ralentí es un momento en el que paro el tiempo y trato de meter al espectador de manera más directa dentro de una emoción. En esta película, empleé este recurso con esa intención. Un ejemplo es la escena en la que Pietro (Diele) y Secondo (Kusturica) recorren uno detrás del otro aquel largo pasillo, y luego se pasan la cadenita del hermano desaparecido: la secuencia empieza al ralentí porque Secondo se da cuenta de que ha vuelto al pasado y empieza a oler el peligro. Abre la puerta con rabia, una puerta que, simbólicamente, había permanecido cerrada durante veinte años.

El film no lo explica todo. ¿Cómo dosificó la información en el guion?
Llegó un momento en el que puse sobre la balanza las emociones y las explicaciones. Me pregunté: ¿llego a la secuencia final, en esa presa, sabiéndolo todo, o dejo al público en ese nivel emotivo más alto, viviendo el momento con los ojos de Lana (Rappoport)? Y opté por la segunda alternativa. Dejé al espectador con la libertad de entender. En otras versiones de montaje había más elementos explicatorios y escenas que habíamos rodado en ese sentido. Pero la mecánica perfecta, y la frialdad que a veces acompaña al cine de género, no casa con mi idea de la emoción y acabé optando por ésta. Es una obra sin duda compleja pero no quise en ningún momento hacer una película difícil o autoral. Espero que pueda llegar a todo el mundo.

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(Traducción del italiano)

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