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PELÍCULAS / CRÍTICAS

La prima linea

por 

- El terrorismo como nunca antes había sido retratado en el cine. Los hermanos Dardenne han coproducido la cinta, fascinados por un guión que recoge la tradición de la gran escuela del cine italiano

El próximo 20 de noviembre llega a los cines italianos La prima linea [+lee también:
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ficha de la película
]
, de Renato De Maria, precedida por la polémica causada por la posible financiación pública de una película sobre el terrorismo. Al último minuto, el productor Andrea Occhipinti ha renunciado al millón y medio de euros de ayudas estatales “para eliminar cualquier posible instrumentalización”.

La prima linea se inspira libremente en "Miccia corta", la autobiografía escrita por el ex-comandante del grupo terrorista comunista Prima Linea Sergio Segio, que fue condenado a treinta años de cárcel por el homicidio del juez Emilio Alessandrini en 1979. Entre las muchas historias de los llamados “años de plomo”, el director ha elegido este episodio en particular, que efectivamente tiene un atractivo cinematográfico especial. El 3 de enero de 1982, Sergio Segio (Riccardo Scamarcio) y sus compañeros asaltan la cárcel para mujeres de Rovigo para liberar a la terrorista Susanna Ronconi (Giovanna Mezzogiorno). La gélida aunque persistente historia de amor entre los dos miembros del grupo terrorista añade el toque necesario a la película, ya que el amor y la muerte atraviesan todo el metraje, sin romanticismo sino más bien con un frío realismo que recuerda el rigor del cine alemán sobre el terrorismo de realizadores como Von Trotta, Hauff o Fassbinder.

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De hecho, si alguien quisiera ver algo de indulgencia o simpatía (más allá de la normal atracción que siente todo director por sus personajes), lo tendría muy difícil. No se trata de un Bonnie & Clyde, no es una pareja de rebeldes guapos y malditos. La fascinación y la identificación en estos dos jóvenes “monstruos” reside exclusivamente en su lado humano, que muestra a dos personas que han tomado el camino equivocado.

La elección es clara. La película comienza con Sergio ya en la cárcel, mientras evoca sus actividades terroristas y describe el recorrido que había llevado a muchos jóvenes lejos de la vida política italiana e incluso de la misma realidad. “Siento el peso de cada homicidio”, dice Sergio, con la mirada fija. “Existe una responsabilidad jurídica, política y moral. Asumo las tres”.

Desde el inicio, la muerte se refleja en el rostro del joven Sergio/Riccardo Scamarcio. Existe un atisbo de remordimiento. Después de algunos años, Sergio decide abandonar la banda terrorista, mientras que Susanna no muestra señales de ceder. Los autores del guión, Sandro Petraglia, Ivan Cotroneo y Fidel Signorile, han decidido además incluir un personaje ficticio, Piero, que representa a los jóvenes que han perseguido el mismo sueño sin empuñar las armas. “Ya no os sigue nadie, sois la primera línea de una manifestación inexistente”, dice a su amigo Sergio.

La intención del realizador es hacer una radiografía de la lenta agonía que sigue a la toma de conciencia de un fracaso. De Maria representa con gran simplicidad de estilo unas criaturas que viven aisladas dentro de las ventanas y las paredes de pisos francos, víctimas de una interrupción emocional que confunde la función con el ser humano. Un mecanismo que permitía asesinar a sangre fría a un padre de familia sólo por ser juez. Un mecanismo que aún hoy día permite que los integrismos de todo tipo y latitud justifiquen el asesinato de personas.

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(Traducción del italiano)

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