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PELÍCULAS Italia

Muccino sigue buscando la felicidad con Baciami ancora

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La grande y simbólica fuente en torno a la cual se reunía el grupo de amigos de El último beso para soñar y gritar sobre su futuro aún está en su sitio. Pero en su secuela, Baciami ancora [+lee también:
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, está seca, no queda agua. Como muchos de los deseos de aquellos hombres y mujeres, hoy sobrepasados los cuarenta años. Nueve años después de aquella película con la que saltó definitivamente a la fama (El último beso se hizo en 2001 con cinco premios David de Donatello, recaudó 16 millones de euros en Italia y uno en EE.UU., donde ganó el premio del público de Sundance), Gabriele Muccino vuelve tratar aquellas historias de amor y ha vuelto a reunir al reparto de entonces. Stefano Accorsi, que desde hace algunos años trabaja en Francia, vuelve a encarnar al protagonista Carlo, mientras que la poco dócil Giovanna Mezzogiorno, que no ha querido saber nada de esta secuela, ha sido sustituida por Vittoria Puccini en el papel de Giulia.

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Es legítimo preguntarse la razón de ser de este segundo capítulo. Muccino, un chico prodigio desde su segundo largometraje Ahora o nunca, fue elegido en 2006 por la estrella de Hollywood Will Smith y el productor James Lassiter para dirigir En busca de la felicidad, que ha recaudado un total de 300 millones de dólares (164 en EE.UU., 17 en Italia y 140 en el resto del mundo) e incluso proporcionó a Smith una candidatura al Oscar. Su siguiente trabajo juntos, Siete almas, consiguió 170 millones. Si se intenta localizar un tema común a todos los títulos del realizador nacido en Roma, quizás sea precisamente la búsqueda de un cinema del alma, de la emoción, de un destino común.

En Baciami ancora, Carlo y Giulia se han separado y están a la espera del divorcio, aunque se vean con frecuencia a causa de su hija Sveva. Carlo se da cuenta de estar aún profundamente enamorado de su ex e intenta reconquistarla. Marco (Pierfrancesco Favino) siente en cambio que se está distanciando de su esposa, que durante años ha deseado en vano un hijo. Adriano (Giorgio Pasotti) vuelve tras diez años de ausencia, de los cuales dos en una cárcel de Colombia por droga, y lo que más desea es volver a estar con el hijo que abandonó recién nacido. La madre del niño, Livia (Sabrina Impacciatore), ha empezado hace poco una relación con Paolo (Claudio Santamaria), el perdedor del grupo, devorado por una depresión que le separa de todos. Alberto (Marco Cocci), por el contrario, es el único que aún busca una vida fuera de los esquemas, al margen de la rutina. Estas historias, hechas de pequeñas heridas, se enredan y desenredan a lo largo de las dos horas y veinte minutos de metraje, en los cuales crece progresivamente la angustia de los protagonistas, hasta llegar, no sin dramas y traumas, al ordenado micro-universo de una generación desorientada y trastornada que se caracteriza por la fragilidad de sus vínculos. Lo que el filósofo polaco Zygmunt Bauman denomina “amor líquido”. .

Muccino, que ostenta en esta secuela una variada paleta de sentimientos y una mayor atención al universo femenino, exprime a los actores como si fueran limones para destilar el malestar contemporáneo y buscar el remedio. Si esta película tiene un límite, es precisamente su exceso de equilibrio, el estudiado acercamiento sociológico, casi como un estudio estadístico, que no hace que el espectador se interese por los personajes en sí sino por su fidelidad con la realidad que vivimos y hasta qué punto se pueda identificar con ellos.

Baciami ancora ha sido producida por Fandango en coproducción con la francesa Mars Films y en colaboración con Medusa. Con un presupuesto total de 8,5 millones de euros, la cinta será distribuida con 600 copias por Medusa en los cines de Italia a partir del próximo 29 de enero.

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(Traducción del italiano)

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