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PELÍCULAS / CRÍTICAS

La petite chambre

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- El candidato suizo al Oscar a la mejor película en lengua no inglesa es el primer largometraje de Véronique Reymond y Stéphanie Chuat, protagonizado por Michel Bouquet y Florence Loiret-Caille

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se basa, a priori, en el perfecto funcionamiento de dos dolores que se oponen y se alivian en la confrontación. Solo a priori, ya que, pasada la primera media hora, que constituye peligrosamente todo un programa, el primer largometraje de ficción de estas dos directoras suizas se revela más perverso, sutil y atrevido que lo anunciado en su preámbulo.

Rose (Florence Loiret-Caille), enfermera a domicilio, conoce a Edmond (Michel Bouquet), un anciano que vive solo en su apartamento. Ella es, para él, el ojo que no le deja respirar. Sin lugar a dudas, a la primera señal de debilidad delante de la joven, Jacques, su único hijo que se está preparando para partir a los Estados Unidos, lo enviará a una residencia de ancianos. Las defensas naturales de Edmond contra estas agresiones son las que se creen que caracterizan la vejez: maldad, indiferencia, mal humor; pero a Rose no le importa. Ella perdió a su hijo; en el fondo de su alma, hay una piedra, un mármol, una tumba que se niega a adornar con flores. Edmond puede golpear, pero la piedra no se rompe.

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En medio del contexto, Véronique Reymond y Stéphanie Chuat hacen avanzar a los personajes discretamente, como ancianos en pantuflas engibados sobre su bastón, dirigiéndose a la “pequeña habitación” que da el título a la película: una habitación infantil, todavía decorada, pero que nunca no se ha usado y en la cual, después de algunos tejemanejes, Edmond decide instalarse. El cuarto, territorio central del relato, es al mismo tiempo un nido confortable y una tumba helada, un lugar de vida banal (el marido de Rosa viene a buscar una bombilla para cambiar otra rota) y un espacio ilusorio.

Llegada a su destino (¿maduración?), la narración se vuelve, a partir de este momento, más siniestra, más ambigua y más audaz. Un extraordinario Michel Bouquet, cuya interpretación es tan precisa como intensa, encarna la transformación de Edmond en un bebé tiránico que fuerza a Rosa a convertirse en la madre que nunca puedo ser. La súbita irrupción de esta figura, que recuerda a los personajes de Kafka, en un universo que debía, hasta ahora, la mayor parte de sus influencias a la vena naturalista de los hermanos Dardenne y del Moretti de La habitación del hijo [+lee también:
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, crea una falla donde se hunden la película, sus personajes y sus espectadores. Se está entonces, por fin, frente al vacío, sin respiración, sin equilibrio.

Seguramente es necesario ver una de las razones de la ovación que siguió la proyección de La petite chambre en el Festival de Locarno, el verano pasado. Una acogida legítima que habría animado a los responsables suizos a hacer de esta primera obra el candidato oficial de Suiza en 2011 al Oscar a la Mejor película en lengua no inglesa. La cinta se inscribe así en la lista de los 65 candidatos al título del año, entre los cuales, De dioses y hombres [+lee también:
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, y La Yuma. Ya es una forma de consagración.

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