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CANNES 2011 Quincena de los Realizadores / Bulgaria-Suecia

La hilarante y existencial sorpresa de The Island de Kalev

por 

El joven y alabado director Kamen Kalev (Eastern Plays [+lee también:
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, finalista al Premio LUX 2009 del Parlamento Europeo) ha sorprendido al público del Festival de Cannes con una desternillante película en tres actos (y con tres estilos distintos) que empieza llena de tensión, pasa a ser introspectiva y onírica y termina con una explosión de extroversión y júbilo.

En la secuencia inicial de The Island [+lee también:
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, cinta presentada en la Quincena de los Realizadores, Daneel (interpretado por el danés Thure Lindhardt) escucha cómo una adivina le explica que la carta del Loco que acaba de escoger no es nada menos que una invitación a escapar de su vida actual y dar un salto al vacío. Las siguientes escenas, ambientadas en París, nos muestran a un ambicioso Daneel que intenta hacer (y ser) lo que se espera de él. Decide, entre otras cosas, tomarse unas merecidas aunque poco deseadas vacaciones en un destino sorpresa con su dulce novia francesa Sophie (perfectamente encarnada por Laetitia Casta, en la que pensó Kalev para este papel desde la escritura del guión). Así, la encantadora pareja aterriza en Bulgaria.

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Cuando oye a Daneel hablar en la lengua local, Sophie lo observa atónito. Será una escena que se repetirá muchas veces: Sophie se da cuenta de que en realidad no conocía a su pareja. Poco a poco, la película toma un giro introspectivo, facilitado por el desolador lugar al que Daneel, conductor del viaje (Bulgaria, al fin y al cabo, es su país de origen), decide llevar a Sophie: una isla minúscula y casi desierta a la que iba de vacaciones cuando estaba en el orfanato (la “media” isla de las “dos islas y media” que tiene Bulgaria).

En aquella isla se derrumba la preciosa complicidad de la pareja, un proceso estupendamente descrito por el director. Ahora Daneel rechaza abiertamente la perfección artificial que buscaba y comienza una alucinante búsqueda de su identidad, que ha dejado de lado intentando ser otras personas. Al menos así dice el anciano del lugar, un hombre entre gracioso y diabólico, que se convierte en el guía de Daneel durante su viaje. Rodeado de agua y de los árboles ancestrales que pueblan la isla, Daneel renuncia a todo con tal de renacer.

Cuando este recién nacido, ya adulto, está de nuevo listo para volver a la civilización (en el sentido más horrendo de la palabra) y a la ciudad de Sofia, Sophie ya hace tiempo que se marchó con el embarazo que sospechaba al inicio del metraje convertido en un bultito de siete meses. Sin embargo, los dos enamorados tendrán aún cosas que resolver antes de volver a estar juntos.

No convendría desvelar gran cosa del tercer acto, hilarante, ni mucho menos arruinar su liberadora exuberancia. Baste decir que Daneel se dedica a elegir los personajes que quiere encarnar y esta misma libertad para cambiar de personalidad arbitrariamente termina por convertirse en su identidad, ya sea interpretando a un loco o a un gurú ante el público del Gran hermano búlgaro (y de esta misma película, a los que Kalev se dirige con un humor y una destreza incontestables).

La película, filmada e interpretada con gran belleza, mantiene un ritmo calmado antes de convertirse en un entretenido torbellino y combina magistralmente una ligereza muy de Europa del Este con el tipo de valentía deslumbrante que los jóvenes y talentosos directores usan para mantenerse en nuestro radar. Esta sesión de hipnosis es todo un éxito: se sale del cine con una sonrisa de oreja a oreja.

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(Traducción del francés)

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