12/08/2011 - Crítica de la primera película de ficción de los hermanos De Serio, Sette opere di misericordia, en competición en Locarno.

Sin duda, esta ha sido la rueda de prensa más multitudinaria hasta el momento del 64° festival de cine de Locarno. No tanto por la presencia de periodistas, minoritaria, cuanto por la nutrida “delegación” de Sette opere di misericordia [+lee también:
tráiler
ficha de la película], compuesta por los dos directores, actores protagonistas y secundarios, productores, el director de fotografía, el asistente a la dirección, el montador, el compositor de la banda sonora, varios miembros del equipo, el político de turno y numerosos familiares. En resumen: un compendio folclórico de la Italia actual.

Las apariencias, sin embargo, engañan a veces y la película italiana, en competición en Locarno, destaca más por la sustancia y por la profesionalidad con que se ha realizado que por el folclore. Como explican los gemelos Gianluca y Massimiliano De Serio, directores y guionistas, este largometraje es el resultado de una incursión en temas como la búsqueda de identidad, la degradación física y moral, la compasión o la misericordia; temas que ya abordaron en su anterior producción documental (En Mio Fratello Yang, por ejemplo, una adolescente china de diecisiete años llega de forma clandestina a Italia y se ve obligada a tomar la identidad de una compatriota desaparecida; en Zakaria, un adolescente de origen árabe nacido en Italia indaga sus propias raíces aprendiendo la lengua y la religión de sus progenitores; en Bakroman, por último, jóvenes de las calles de Ouagadougou, en Burkina Faso, forman una especie de “sindicato” para defenderse y ayudarse mutuamente de la vida callejera).

En Sette Opere di Misericordia, su primera película de ficción, nos vemos inmersos en una periferia indefinida que, ante todo, es la periferia del alma, zona de frontera entre el bien y el mal. Luminita (Olimpia Melinte), una joven inmigrante ilegal, duerme en un barrio de chabolas, en un furgón perteneciente a sus explotadores. Luminita vive de merodear por calles y hospitales robando a turistas y pacientes. La chica es bestial, carece de sentimientos, no alberga en su interior más que desesperación y rabia; por ello, cuando un enfermero del hospital le propone un crimen horrible a cambio de una identidad y papeles, Luminita acepta sin ningún escrúpulo. Así se tropieza con un viejo enfermo (encarnado por un monumental Roberto Herlitzka). La sicaria lo pone en su punto de mira, lo sigue, se sirve de él para llevar a cabo su plan. Este (des)encuentro entre los dos protagonistas se convierte en una cuestión de supervivencia, de atropello, que lacera profundamente el alma de ambos hasta dejar entreabierta la posibilidad de un contacto humano, de una mínima compasión.

Toda la película está intercalada con carteles que indican las siete obras de misericordia, subrayando con ironía dramatúrgica el vínculo que existe entre las acciones de los protagonistas y el tema de la misericordia. La ironía desaparece a medida que la película se acerca a su resolución, dejando paso a la tensión existencial de la redención.

La narración se centra en una corporalidad elocuente, ya que los cuerpos son los verdaderos protagonistas de la cinta y los actores los emplean con maestria. Los directores explican que “la piedad es cuidar del otro, del cuerpo del otro, un cuerpo que padece, que está enfermo y moribundo. Un cuerpo necesitado, deseoso de contacto humano; y es el hambre, la devoradora urgencia de un contacto humano, lo que dibujan las vidas de los personajes. Un contacto que se realiza gracias a un encuentro fortuito, desesperado, violento y rabiosamente humano”.