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CANNES 2012 Competición

On The Road: entre euforia y espejismo

por 

- El brasileño Walter Salles ofrece con esta adaptación de la emblemática En el camino una road movie en la dirección marcada por Diarios de motocicleta

El director brasileño Walter Salles (Diarios de motocicleta) se mantiene en el registro de la road movie con la adaptación de la novela cumbre de la generación Beat y obra monumental de la contracultura: En el camino, de Jack Kerouac. Este atrevido ejercicio es una coproducción entre Brasil y Francia y compite por la Palma de oro del 65° a href="http://www.festival-cannes.fr" target="_blank">festival de Cannes.

A principios de los años 50, Sal Paradise (Sam Riley) conoce a Dean Moriarty (Garrett Hedlund). Ambos tienen ansia por descubrir mundo; aquel quiere ser escritor, mientras que este es un corredor incansable casado con Camille (Kirsten Dunst) y amante de una joven libertina que responde al nombre de Marylou (Kristen Stewart). Su viaje conjunto por los Estados Unidos estará lleno de encuentros, acompañantes, alcohol y drogas y marcado por el hedonismo y la libertad expresiva de cuerpo y alma.

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Inadaptable. Esa es la reputación que ha acompañado a una de esas novelas que de tan intrínsecamente literarias no funcionan bajo otra forma a menos que se lleve a cabo un enorme trabajo de adaptación, casi de reinvención a distancia más que prudente del original. Walter Salles llevaba pensando en qué método emplear desde 2004; finalmente, ha optado por el manuscrito original, diferente de la versión de la novela que se publicó en un primer momento. Salles ha llevado a la gran pantalla esta versión sin desviarse demasiado y ha preferido conservar el aspecto literario mediante el uso de voces en off, planos de una máquina de escribir, garabatos en ocasiones legibles en la pantalla y extractos de novelas o narraciones de los personajes, que siempre andan con libros como Por el camino de Swann bajo el brazo. El director trata de compensar la pérdida de alma del original como consecuencia de no traicionar la forma con un excelente trabajo visual que arroja unos escenarios magníficos y una reconstrucción histórica convincente. La atmósfera de la novela se traduce, como es lógico, con una banda sonora de jazz cuya presencia continua priva al espectador del poder de evocación característico de la prosa de Kerouac, Cassidy u otras figuras emblemáticas de la generación Beat, como William S. Burroughs. A este último, por cierto, da vida un espectacular Viggo Mortensen que dota a Old Bull Lee (álter ego de Burroughs en la novela) de un carácter más irresponsable y decadente que nunca. Cuando se le ve en pantalla, Mortensen eclipsa al reparto principal; lo mismo ocurre con Steve Buscemi, compañero de viaje por un trecho corto de este grupo que, lejos de la cima de euforia y spleen a las que llega la novela, recorre una distancia aceptable en ambas direcciones.

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(Traducción del francés)

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