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VENECIA 2013 Competición

The Zero Theorem: Future Reloaded

por 

- Christoph Waltz debe demostrar el sentido de la vida en la última locura de Terry Gilliam, que compite en Venecia por el León de Oro

The Zero Theorem: Future Reloaded

El eslogan de esta 70ª edición de la Mostra de Venecia, Future Reloaded, le viene como anillo al dedo a la que se ha anunciado como la última película de la carrera de Terry Gilliam, quien ya nos ofreció en 1984 una visión muy personal del futuro en Brazil. Casi tres décadas después, el director británico compite en Venecia con The Zero Theorem [+lee también:
tráiler
entrevista: Terry Gilliam
ficha de la película
]
: una especie de actualización de su profecía futurista de antaño realizada con uno de los presupuestos más modestos de su trayectoria y rodada en Gran Bretaña y Rumanía.

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Qohen Leth (Christoph Waltz) es un genio de la informática que vive recluido en una capilla en ruinas en el centro de Londres. Qohen rechaza toda posibilidad de salir de casa porque espera una enigmática llamada telefónica que debería cambiar su existencia. Su curioso jefe, Management (Matt Damon), le confía la resolución de un teorema existencial de capital importancia. Su sola distracción en esta tarea es la ligera Bainsley (Melanie Thierry), con quien se establece un comienzo de relación virtual.

Gilliam vuelve a los derroteros de la ficción especulativa que tan bien conoce después de obras como Brazil o 12 monosThe Zero Theorem, no obstante, está lejos de revolucionar el género. Con su encanto vetusto, la cinta se antoja una recopilación de elementos que se han tomado prestados. Sorprenden, en este sentido, las intenciones del director, que quiso "hacer una película distinta a todo lo que estamos acostumbrados a ver". Los aficionados a la ciencia ficción lo tendrán complicado para evitar tener sensaciones de déjà vu: la ecuación matemática como metáfora existencial (π, de Darren Aronofsky), los jóvenes que bailan en un local nocturno enganchados a sus iPod por los cascos (El sexto día, de Roger Spottiswoode), la metáfora de la playa como refugio virtual (Dark City, de Alex Proyas) o la ramera de gran corazón, todo un arquetipo cinematográfico. Este elenco no es más que una muestra de la cantidad de ejemplos existentes, de lo que puede deducirse que Gilliam, en realidad, vuelve al pasado cuando lo que debería es proyectarnos al futuro. Otro anacronismo: los vehículos "futuristas" son un product placement de un coche eléctrico de marca francesa con el que nos solemos cruzar por las calles en la actualidad.

Como suele ocurrir en el cine de Gilliam, el desorden del guion no resulta particularmente molesto, repercuta en la psicología del protagonista o en el frenesí decadente de la sociedad retratada. También como de costumbre, el director se ha valido, para los papeles principales, de grandes talentos de la interpretación (Waltz a la cabeza) para dar vida a su maquinaria, un poco ruidosa y estropeada, como debe ser, engrasada por invitados de prestigio (Matt Damon y su vestuario de engañifa, Tilda Swinton en la piel de un psiquiatra electrónica). Aunque esta variación futurista de Esperando a Godot no es una obra mayor en la filmografía del director de Monty Pythons, no cabe duda de que resultará divertida a un público profano y, en ocasiones, pertinente para amantes de la ciencia ficción en general y del cineasta británico en particular.

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(Traducción del francés)

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