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SAN SEBASTIÁN 2014 Zabaltegi

Negociador: ni ocho chistes vascos

por 

- El donostiarra Borja Cobeaga juega en casa con su nueva película tras su arrollador éxito como guionista de Ocho apellidos vascos

Negociador: ni ocho chistes vascos

Había mucha expectación en el Festival de San Sebastián alrededor de la nueva travesura del donostiarra de 37 años Borja Cobeaga, director de Pagafantas [+lee también:
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y No controles [+lee también:
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. En primer lugar, porque la película aborda un tema especialmente delicado para el pueblo vasco: las negociaciones del gobierno español con la banda terrorista ETA. Segundo: porque el éxito de la comedia de Emilio Martínez Lázaro, Ocho apellidos vascos [+lee también:
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, el taquillazo más rotundo del cine español de todos los tiempos, con más de 50 millones de euros de recaudación, de la que Cobeaga es coguionista junto a Diego San José, obligaba a imaginar –o esperar- un éxito similar (al menos a la hora de derribar tabúes y ridiculizar clichés), por eso de que las comparaciones son odiosas.

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Pero que Negociador [+lee también:
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no formara parte de la sección oficial, pudiéndose haber codeado con otros títulos de Euskadi como Loreak (Flores) [+lee también:
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o Lasa y Zabala [+lee también:
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, que toca el conflicto etarra desde una óptica –y género- diametralmente opuesta, hacía presagiar que nos encontrábamos con un film de talla escasa. Estos tristes presagios, desgraciadamente, se han cumplido.

Esta comedia, ultimada a toda velocidad para exhibirse por primera vez ante el público en San Sebastián, nos presenta a Manu Aranguren (un magnífico, como siempre, Ramón Barea: basta recordarle, en un registro contrario, en La herida [+lee también:
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), un político al que sus vecinos de Donosti miran mal porque es el interlocutor del gobierno de Madrid en las negociaciones con ETA. El hombre, que ni se entiende con un teléfono móvil, recibe el encargo de acudir a un hotel francés donde entablar conversaciones con un representante de la banda terrorista y allí, con toda su simpatía, buenas intenciones y campechanía, intentará llevar su empresa apaciguadora a buen puerto. Porque, al fin y al cabo, se trataba de eso: de hablar entre hombres normales y corrientes, con sus caprichos, manías y necesidades primarias.

Precisamente ésa es la gran apuesta, el mayor valor y la originalidad de la propuesta: el desmitificar algo tan dramático y solemne como pudieron ser las negociaciones en su momento. Y el comienzo promete, el tono de ligereza va impregnando las situaciones y un magnífico diálogo entre Manu y una prostituta consigue despertar carcajadas entre el público, pero el conjunto se desinfla según se van desarrollando unos episodios algo insulsos que acaban agotando el chiste.

La puesta en escena, mínima, pobre y casi inane, tampoco ayuda a levantar el espíritu de un film que al final queda en un banal sketch, algo así como un episodio del programa humorístico Vaya semanita –que dirigió Cobeaga hace años- o un cortometraje de su primera etapa como cineasta, pero como largometraje se queda pequeño, dejando un sabor desencantado en el espectador deseoso de disfrutar de un film que se esperaba más crítico, satírico y mordaz dada la prometedora carrera de este joven e inquieto cineasta.

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