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SEVILLA 2014

La profesora de parvulario: poesía (y lo contrario) del mundo

por 

- Nadav Lapid firma en esta coproducción franco-israelí un magnético y desconcertante retrato de la relación entre una profesora de guardería y un alumno demasiado especial

La profesora de parvulario: poesía (y lo contrario) del mundo

Un buen día, una profesora de guardería asiste al momento en que uno de sus alumnos empieza a andar de manera compulsiva en el patio, en presencia de su niñera, momentos antes de decir, rotundamente: “Tengo un poema”. La niñera lo apunta en un cuaderno mientras el niño lo recita de forma impasible, categórica y extrañamente adulta. Lo que sale de su boca es una poesía que solo podría crear alguien que ha vivido una vida larga, alguien que ha adquirido gran sabiduría a lo largo de los años: alguien que puede mencionar a un maestro chino o la luz de Dios. Ciertamente, ningún niño en la guardería. El director israelí Nadav Lapid utiliza este insólito hecho como punto de partida en la coproducción franco-israelí La profesora de parvulario [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, incluida en la sección oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla después de despuntar en la Semana de la Crítica del último Festival de Cannes. Y es, precisamente “insólito”, una de las mejores palabras para definir la cinta: el retrato de lo que este acontecimiento suscita en la profesora de guardería magnetiza la pantalla para llevar al espectador por un extraño y desconcertante camino, pocas veces transitado con anterioridad.

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Nira, la profesora de guardería, casualmente poeta amateur, emprende una decidida lucha para proteger el milagroso talento de Yoav, el niño al que poca atención le prestan su padre demasiado ocupado, su madre ausente, su egoísta niñera o su anodino (y poeta) tío. Nira comienza a espolear su don, cuidándolo y provocándolo a cada momento, hasta llegar, también, al egoísmo. En sus clases hace pasar los poemas del niño como suyos, intenta que al niño le venga la inspiración incluso durante sus siestas y finalmente, lo lleva todo al límite haciendo lo que ya no tendrá vuelta atrás. En este retrato hay muchas cosas: el extrañamiento humano ante una situación inaudita (cuya razón de ser, si es que la hay, nunca se clarifican), el cinismo con que se acerca a las reacciones adultas (desde el aprovechamiento hasta la indiferencia) alrededor de la inmaculada infancia, y finalmente, la lucha por proteger el arte, por darle cabida en un mundo que, según las palabras del propio director, “tras su máscara de normalidad, es un lugar duro”.

Lapid juega, en efecto, a ponerle una máscara a su mirada cinematográfica. Su capacidad de innovación y su valentía lo llevan un paso más allá de su brutal ópera prima, Policeman (crítica), para aventurarse aún más con su cámara, a través de contactos directos (desde los golpes que un personaje le sacude, hasta continuos primeros planos con miradas en su dirección) o traviesos puntos de vista (a la altura de los ojos de los niños). La cámara de Lapid es, en efecto, como un niño, uno con el mismo don que Yoav, un increíble e inesperado talento para crear nuevas vías de expresión, y llamar la atención con ellas. Y, como ese niño, la película se pregunta muchas cosas que no consiguen respuestas fáciles... aunque en ella lo que rezume sea una portentosa ironía propia del adulto más audaz. La profesora de parvulario, coproducida por las francesas Haut et CourtARTE France Cinéma, es, por momentos, poesía, y por otros, todo lo contrario.

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