07/02/2015 - BERLÍN 2015: La última película de Sacha Polak, después de Hemel, está presente en la sección Forum y pinta un retrato en dos partes de una misteriosa mujer que ansía ser libre

La directora holandesa Sacha Polak, cuya primera película, Hemel [+lee también:
tráiler
ficha de la película], ganó el Premio FIPRESCI en Berlín hace tres años, regresa este año al festival con su nuevo trabajo, Zurich [+lee también:
tráiler
ficha de la película], en la sección Forum. La coproducción entre Viking Film, A Private View y Rohfilm sigue a la enigmática Nina en un viaje errante lleno de desesperación.

No sabemos qué le ha pasado, ni por qué se encuentra en un río junto a un coche mirando a un leopardo. Pero la cámara la sigue, enfocando su tormento durante las dos partes, Dog y Boris.

El microcosmos en el que vive Nina parece compuesto únicamente por la carretera y por paradas de camiones. Viaja de un sitio a otro, en camiones o en un coche alquilado, ansiando el contacto humano y aparentemente suspirando por un amor pasado. La película es lenta y contemplativa, pero su resistencia a abrirse tanto a sus semejantes como a la audiencia, se vuelve difícil de soportar. Las secuencias oníricas reflejan su lucha y su naturaleza indecisa. Le gustaría ser libre, despojarse tanto de su pasado pero de su presente, pero no puede enfrentarse a él para dejarlo ir.

La película está llena de emociones puras, exquisitamente filmadas por Wende Snijders, que dota a Nina de un alma y una consistencia que resultan cruciales ya que la película reposa en gran medida en su capacidad de convencer al público. La cámara nunca la pierda de vista, exhibiendo toda su desesperación, su afecto y su risa con determinación. A pesar de que la protagonista logra intrigar al espectador, la trama salta de encuentro en encuentro corriendo así el riesgo de perder su atención. Muchas de las preguntas que plantean las acciones de Nina no se contestan hasta la segunda mitad de la película. Sus acciones y emociones aparentemente absurdas se antojan difíciles de seguir y la empatía resulta imposible. Sin embargo, la segunda parte, Boris, ofrece al espectador el tan necesario contexto que estaba esperando. De repente todo encaja y hace que la espera haya valido la pena.

La banda sonora de este road trip musical realza maravillosamente la trama. Las letras de las canciones reflejan la lucha de Nina y elevan la película a otro nivel. Al final todo cobra sentido y el final abierto se entrecruza con el comienzo.

(Traducción del inglés)