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CANNES 2016 Quincena de los Realizadores

Risk: Un continuo estado de emergencia

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- CANNES 2016: Tras Citizenfour, Laura Poitras, la cineasta portavoz de los reveladores de secretos, añade un nuevo acto a su necesaria obra, dedicado esta vez a Julian Assange

Risk: Un continuo estado de emergencia
Julian Assange in Risk

Como anuncia el título, Risk, el film que Laura Poitras ha presentado en la Quincena de los Realizadores del 69º Festival de Cannes, está habitado por un sentimiento de urgencia y de frustración. Esta atmósfera está ligada a la indignación que sucita el confinamiento, desde hace más de tres años, del informático y periodista australiano Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres, para evitar la extradición a Suecia, donde pesan sobre él cargos dudosos, a falta de poder atacar directamente al escurridizo y valiente fundador de WikiLeaks. Este es también el clima en el que viven desde hace mucho tiempo Assange y sus colegas (entre los que destacan Sarah Harrison y Jacob Appelbaum), mientras que arremeten contra las inicuas prácticas de vigilancia y censura desplegadas por los gobiernos, que se aprovechan del desarrollo de tecnologías que deberían haber potenciado la libertad de expresión, pero que, sin embargo, han conducido a la domesticación o la utilización de los discursos como armas contra sus autores, o contra cualquier otro que el Estado quiera designar como culpable. 

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Los espectadores y ciudadanos de todo el mundo que fueron conquistados por Citizenfour [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
lo saben bien: más allá de la involucración física, en tanto que testigo directo y por tanto activo, en la causa de los reveladores de secretos (whistleblowers, en inglés), que hace de cada una de las películas de Laura Poitras un acto de interés general, la documentalista, periodista y artista tampoco se olvida de hacer cine. En el caso de Citizenfour, las circunstancias mismas de las revelaciones de Edward Snowden se prestaban muy bien al uso magistral de las tres unidades aristotélicas por parte de la cineasta, pero al mismo tiempo ella logró en ese film capturar admirablemente el aislamiento de su personaje, haciendo de él, sin desviarse por un momento del objetivo que se había fijado, un verdadero personaje que se creaba en su acto, permaneciendo, en todo lo demás, tan anónimo como sea posible en este mundo fisgón, capaz de reconstruir la historia de todos y cada uno de nosotros a golpe —incorpóreo— de metadatos. En esta ocasión, Aristóteles desaparece tras una serie de capítulos, rodados a lo largo de unos años que al cabo se revelarán inconcebibles, absurdos, como una persecución entre el Correcaminos y el estúpido Coyote, y el personaje de Assange, si bien desaparece igualmente en tanto que individuo detrás de su causa, es retratado a menos distancia. Pero cómo mantener la objetividad —aunque esta sea la primerísima exigencia— ante un hombre que ha sacrificado su vida privada —que ignoramos por completo— para salvar la de los demás, y todo ello sin complejo de mártir, pues su elección responde a un imperativo categórico. La mirada de Poitras, atestiguadora y militante, no puede pretenderse completamente objetiva ante la integridad de este hombre que dice: "No finjamos que soy una persona normal. Qué importa lo que yo sienta, qué más da. A mí me importa una mierda cómo me esté sintiendo."

Así pues, Risk grita con más estruendo que Citizenfour, tomando el relevo a través de fuertes martillazos que toman la forma de capítulos —diez, y de cada uno de ellos podría sacarse toda una película— que se suceden a un ritmo que deja al espectador aturdido, desde la surrealista conversación telefónica a la conferencia absurda, por la enormidad de los hechos desvelados, así como por la persecución de la que es víctima el valiente equipo de WikiLeaks. El espectador sale también de la película más consciente de la proximidad —para cada uno de nosotros— del peligro que se expone en ella, más en estado de alerta, como si el título Risk apareciera en letras rojas, brillantes y parpadeantes, como los pequeños diodos de esas inquietantes cámaras que siguen cada uno de nuestros movimientos.

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(Traducción del francés)

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