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PELÍCULAS España

Magallanes: el pasado siempre vuelve

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- La primera película de Salvador del Solar es una producción entre España, Perú, Colombia y Argentina que hurga en heridas sociales y personales aún no cicatrizadas

Magallanes: el pasado siempre vuelve
Damián Alcázar y Magaly Solier en Magallanes

Impulsada en su desarrollo con el premio Cine en Construcción 26 (leer noticia) durante el Festival de San Sebastián de 2014, Magallanes [+lee también:
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por fin se estrena en España (de la mano de Vercine): la ópera prima del hasta ahora actor Salvador del Solar es una coproducción entre Perú, Colombia, Argentina y la compañía española Nephilim Producciones. Su magnífico resultado le ha llevado a quedar finalista en la categoría de Mejor Film Iberoamericano de la última edición de los Goya y los Forqué, obtener cinco nominaciones en la tercera edición de los Platino y cosechar premios en los festivales de Huelva, La Habana y Lleida, además de exhibirse en Miami y Toronto.

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Su argumento nos presenta al Magallanes del título (interpretado por el mexicano Damián Alcázar): un taxista de Lima que un día recoge en la calle a una mujer (la peruana Magaly Solier, aplaudida por títulos como Madeinusa, La teta asustada [+lee también:
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) que solicita su servicio de transporte. Cuando la mira por el espejo retrovisor, el hombre reconoce a la muchacha: fue la esclava sexual de su mando superior (el argentino Federico Luppi, tan grande como habitualmente) mientras él estuvo en el ejército, luchando contra Sendero Luminoso. Este detalle abrirá sus heridas malamente cicatrizadas y, en un anhelo de redención ayudando y protegiendo a la muchacha, el antihéroe de esta historia –rabioso contra él mismo por lo que hizo tiempo atrás- acabará inmerso en un fregado que se le escapa de las manos.

Salvador del Solar ha facturado cine político-social camuflado bajo las hechuras vibrantes de un thriller, donde el espectador es testigo de los tejemanejes, las mentiras y las corruptelas de sus complejos, traumados y contradictorios personajes. El sentimiento de culpa le pesa tanto al protagonista que acaba impregnando negativamente todas sus –aparentemente- correctas acciones, arrastradas por una fuerza que no controla y que, persiguiendo la expiación, le llevará a convertirse en algo cercano a un kamikaze.

El director/guionista (el argumento está basado en La pasajera, breve novela del peruano Alonso Cueto) impregna las situaciones de Magallanes de un brío repleto de verdad: la de una sociedad que aún no se ha curado de un pasado innombrable, algo que no sólo sucede en Sudamérica, sino también en países de otras latitudes. Cuando el personaje central pide a la chica que le afeite su poblada barba, intenta desnudar sus pecados mientras se da a conocer como es: frágil y derrotado, pero listo para iniciar una nueva singladura que le libere del lastre demoledor de su responsabilidad. Mas el camino que toma, en modo justiciero, necesita más que buena voluntad para llegar a buen puerto.

Magallanes se erige así en un solvente film de acción, dolor y fatalidad con el que debuta, con alta puntuación, un hombre de cine que demuestra poseer pulso narrativo y sentido del ritmo, capaz de conjugar en su intrigante guión conceptos universales como el peso de la culpa (individual y colectiva), la imposibilidad de reconciliación y el retrato de una sociedad dañada profundamente.

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