18/09/2016 - SAN SEBASTIÁN 2016: Rodrigo Sorogoyen lleva su fascinación por el lado oscuro del ser humano a un thriller sudoroso y malsano, con serial killer incorporado

Hace ocho años la comedia 8 citas sorprendió por su frescura y profundidad radiografiando las relaciones sentimentales a través de una galería de personajes tan creíbles como identificables. Sus responsables eran Peris Romano y Rodrigo Sorogoyen, que luego desarrollaron una dilatada carrera en televisión. El último volvió a dar la nota (alta) en el Festival de Málaga 2013 con Stockholm [+lee también:
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ficha de la película], una aparente comedia romántica que estallaba delante de los ojos del espectador, dejándole ese regusto amargo que uno siente cuando se mira, sin filtros, en lo más oscuro de su ser.

Entonces Sorogoyen dejó claro que las psicologías complicadas, las actitudes retorcidas y las atmósferas turbias eran su fuerte: nada le ponía más que inquietar/perturbar/incomodar al público. Secundado en esa tarea por su coguionista habitual Isabel Peña, el madrileño vuelve por el mismo camino con el magnífico, entretenido y vibrante thriller policiaco Que Dios nos perdone [+lee también:
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entrevista: Rodrigo Sorogoyen
ficha de la película], que se presenta mundialmente en la sección oficial a concurso del 64° Festival de San Sebastián.

Con más medios esta vez y el apoyo de un canal de televisión, Que Dios… está destinado a convertirse en un bombazo cuando se estrene, a finales de octubre de este año. Los ingredientes de su receta son infalibles: dos policías buscan a un asesino en serie. Hasta aquí puede parecer un lugar común, pero lo que han logrado Sorogoyen y su magnífico equipo artístico-técnico es que vibremos con la trama, comprendamos a sus (complejos) personajes y, de nuevo, nos volvamos a cuestionar si somos tan buena gente como nos creemos.

Con una banda sonora potentísima de Olivier Arson, unas localizaciones urbanas perfectas y un montaje de Fernando Franco (La herida [+lee también:
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entrevista: Fernando Franco
ficha de la película]) y Alberto del Campo que no permite que el ritmo desfallezca, Que Dios nos perdone empieza mirando a sus intérpretes y escenarios casi como un documental, con la cámara agitada, para, a mitad de metraje, mutar en una fotografía menos cruda y un estilo visual más suave, según el argumento se va enrareciendo más y más. Pues la película transcurre en los rincones más pestilentes de Madrid, durante el verano de 2011, cuando el pueblo llano protestaba contra la maldita crisis acampado en la Puerta del Sol (el conocido movimiento 15M), la policía lo reprimía y desde el ayuntamiento recibían, con grandes fastos, al Papa y a miles de fieles que acudían a la capital española a cantar salmos. Esa mezcla explosiva de antagónicos, esa atmósfera tensa y enrarecida, agravada por un calor sahariano, se palpa perfectamente en el tercer largometraje de Sorogoyen.

En ese contexto tan poco amable, un par de policías rarunos –unos magníficos Antonio de la Torre (tan creíble como en la también rabiosa Tarde para la ira [+lee también:
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entrevista: Raúl Arévalo
ficha de la película]) y Roberto Álamo (Goya probable para este actor que fue el hombre-tigre de La piel que habito [+lee también:
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entrevista: Pedro Almodóvar
ficha de la película])– tendrán que encontrar a un malnacido que está asesinando a ancianas. Por el camino, habrán de entenderse (sus personalidades son opuestas), lidiar con sus fantasmas y cargar con sus problemas más íntimos. Así, Que dios nos perdone se convierte en una atípica buddy movie que no disimula su fascinación por el Polanski de Repulsión y Chinatown y el Fincher de Seven y Zodiac. Y como esas películas, está dispuesta también a hacernos pasar un muy entretenido mal rato.

Que Dios nos perdone está producido por Tornasol Films y Atresmedia Cine, con Mistery Producciones AIE y Hernández y Fernández PC, y la participación de Atresmedia, Movistar Plus+ y Telemadrid. En España la distribuye Warner Bros. Se encarga de sus ventas la compañía Latido Films.