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SAN SEBASTIÁN 2016 Nuev@s Director@s

Le Ciel flamand: Caperucita y el lobo

por 

- SAN SEBASTIÁN 2016: El director belga Peter Monsaert firma una malsana incursión en las dolorosas posibilidades que brinda la vida alrededor de un burdel

Le Ciel flamand: Caperucita y el lobo
Le Ciel flamand, de Peter Monsaert

Existen pocos lugares tan curiosos para intentar llevar una vida familiar en ellos como un burdel. Entre las luces de neón tanto en el exterior como en el interior, las habitaciones de terciopelo cerradas a cal y canto cuando están ocupadas y las prostitutas intentando mantener una atmósfera normal en su lugar de trabajo a pesar de puntuales pero siempre horribles agresiones sexuales, el director belga Peter Monsaert coloca a la familia protagonista de Le Ciel flamand [+lee también:
tráiler
entrevista: Peter Monsaert
ficha de la película
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. La película, presentada en la sección Nuev@s Director@s del 64° Festival de San Sebastián, tras haber participado en el 41° Festival de Toronto, cuenta la historia de una niña que, aunque no se le permite entrar en el establecimiento (cuyo nombre titula la cinta), vive muy pegada a él, ya que tanto su madre como su abuela trabajan dentro.

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Eline (interpretada por la pequeña Esra Vandenbussche) ve cada día cómo su madre Sylvie (Sara Vertongen, también su madre en la vida real) sale de una casa en el medio de la campiña belga, al lado de una carretera comarcal en la frontera lingüística del país, para tomarse con ella unos sándwiches a la hora de la comida, eso sí, siempre dentro del coche de su abuela, que la lleva al establecimiento poco tiempo antes. Ella le pregunta por qué no puede entrar en esa casa, y cuál es el trabajo de su madre. Esta le contesta: “Yo ayudo a la gente cuando quiere un abrazo”. De vez en cuando, a Eline también la cuida un conductor de autobús, el “tío” Dirk (Wim Willaert), algo misterioso pero visiblemente bonachón, sobre todo cuando la lleva de paseo o le hace regalos. La aparente situación de equilibrio se mantiene hasta el día del cumpleaños de la niña, en la que mientras se prepara para soplar las velas de su tarta dentro del coche fuera del burdel, y su madre está dentro, decide aventurarse a investigar cómo es ese lugar por dentro. Y aunque las mujeres parezcan serenas y despreocupadas, sin darse cuenta de que ella ha entrado, se acerca el peligro, en forma de hombre repugnante.

Peter Monsaert muestra este momento, clave para la película, de una manera remarcable: desde el punto de vista de la niña, que no entiende lo que pasa, que no tiene una visión total del hombre, sino de los detalles que le llaman la atención, que pueden convertir en tierno al más horrible de los monstruos. Eline, en pleno trauma, no es la mejor vía para obtener respuestas a lo que ha pasado, y tanto Sylvie como Dirk intentan averiguar qué ha pasado y dar caza al lobo que ha generado toda esta oscuridad. La película, grisácea en su ambientación (en la que destacan llamativas pero anecdóticas inclusiones de planos del paisaje belga bajo su cielo eternamente nublado) y también en su guion (propone temas interesantes pero no los maneja a la perfección, volviéndose algo pedestre en su resultado), encuentra buenas ideas en su fracturada reflexión sobre la (a)moralidad de tomarse la justicia por las propias manos. Lo bueno, quizá, sea que nada queda claro, que poco tiene soluciones fáciles en una situación tan detestable como la que se genera después de que Caperucita entre en Le Ciel flamand.

La película ha sido producida por la belga Lunanime, y sus ventas al extranjero las lleva la francesa UDI - Urban Distribution International.

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