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CANNES 2017 Cine en la playa

Djam: la biela y el beat

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- CANNES 2017: Tony Gatlif nos transporta al país del rebético con la excusa de un viaje de una joven griega a ritmo de cantos irresistibles y bailes viscerales

Djam: la biela y el beat
Daphne Patakia en Djam

El nuevo trabajo de Tony Gatlif, Djam [+lee también:
tráiler
ficha de la película
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, ha dado lugar en la Croisette a una gran velada con concierto durante este 70º festival de Cannes. La cinta lleva por título el nombre de una mujer (maravillosamente interpretada por Daphne Patakia), una griega joven, hermosa, descarada (no lleva nada bajo su falda porque le da igual), eternamente a gusto, divertida y bailarina cual una irresistible Salomé que proyecta directos al corazón sus cantos llenos de furor melancólico. El autor de Un extranjero loco y Exils no podía escoger una guía mejor (pues no podemos sino fascinarnos ante semejante heroína luminosa) para hacernos descubrir una música tradicional griega, el rebético, que él mismo cultiva desde hace tiempo: un género musical de ritmos envolventes doloroso y rebelde que se apropia de uno y lo invita a reunirse con la gente alrededor de textos subversivos que hablan de la gente a la gente y protestan contra el poder, el dinero y todos aquellos que no saben amar. Se trata, pues, de un canto fuerte y visceral de su cultura, para cuyo viaje seguimos a Djam, a quien su querido padrastro ha enviado de Lesbos a Estambul para que repare una biela para su barco, entre otras pequeñas misiones, dando así a su escapada la apariencia de un relato.

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Sin embargo, por el camino, a las puertas de Europa, acaecerán desgracias de todo tipo, sobre todo a partir de momento en que Djam conoce a Avril, una francesa un poco perdida, una desarraigada que es consciente de la magnífica cultura que también lleva dentro de sí. Ella tampoco dispone de la libertad de Djam pero se impregna de ella y empieza a ejercerla; entre otras cosas, cuando decide seguir sus pasos a pesar de la insistencia de la griega en que la deje en paz. Así pues, entre embrollos y huelgas, entre rapiñas y retrocesos imprevistos (para salvar a un hombre de la desesperación, por ejemplo), Djam y Avril hacen el camino juntas y al unísono al ritmo de la música, vivas y felices a pesar de todo. En una cálida atmósfera de comunión, el rebético las transporta como si de un arca de Noé de sonido y letras se tratara, un barco que reúne fotos de los ancestros de los vivos.

Djam es la encarnación del espíritu del rebético: libre, consciente de saber quién es y viva como su escucha, con una alegría sencilla que se reinicia con el comienzo de una nueva canción o un nuevo encuentro que siempre han de compartirse. Sin embargo, la analogía con la afirmación que representa el canto griego va más lejos. A través de este personaje que desprende tal pureza, que se pasea con el culo al aire bajo su falda y camina sin impedimentos y duerme a cielo abierto sobre los tejados ardientes, Gatlif ha querido asimismo (explica él, irritado por la regresión de la condición femenina desde el final de los años 60) dotar a la mujer de una independencia de la que se le está arrebatando. Djam no se plantea la cuestión de las bragas, ni de los pelos en la lengua, porque no hay tal cuestión. No solamente sabe quién es sino que, además, como diría Prévert, ella es como es y hace lo que quiere y no tiene por qué esconderse, y eso está muy bien porque es así como ella nos gusta.

Djam es una producción de las francesas Princes Films, Pyramide Productions y Cinéma d’Auvergne-Rhône-Alpes, la griega Blonde Audiovisual Productions y la turca Güverte Film. Su agente de ventas internacionales es Les Films du Losange.

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(Traducción del francés)

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