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BERLINALE 2018 Generation

Crítica: Cobain

por 

- BERLÍN 2018: La nueva película de Nanouk Leopold es otra aproximación certera a una situación familiar, pero esta vez, se invierten los roles de padre e hijo

Crítica: Cobain
Bas Keizer y Naomi Velissariou en Cobain

La directora holandesa Nanouk Leopold es una habitual en la Berlinale: ha participado en el festival cuatro veces, la más reciente en 2013, con el estreno de It's All So Quiet [+lee también:
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dentro de la sección Panorama. Su nueva película, Cobain [+lee también:
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, escrita por Stienette Bosklopper, se proyecta en la sección Generation 14plus y, al igual que sus películas anteriores, trata sobre una familia. Pero en este caso, la familia está tan desestructurada que sus miembros apenas pueden mirarse a la cara.  

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El protagonista es un chico de 15 años, y si quieres saber su nombre, sólo tienes que ver a su madre. Mia (Naomi Velissariou), una yonki y ex prostituta, que está embarazada al inicio de la película, pensó que era original ponerle a su hijo el nombre del trágico líder de Nirvana. Su hijo (el debutante Bas Keizer) está a cargo de los servicios sociales y ambos intentan encontrar un nuevo hogar, algo que resulta difícil para un adolescente. 

Aunque ella nunca está ahí para él (ni tampoco para sí misma), el principal objetivo de Cobain es ayudar a su madre. Pasar su infancia en orfanatos y casas de acogida le ha enseñado disciplina y responsabilidad, y ahora es un joven con un futuro por delante. Este detalle lo diferencia de otros niños procedentes de contextos similares y su aspiración por ser independiente y cuidar de su madre lo lleva a aceptar un trabajo con Wickmayer (Wim Opbrouck), el antiguo proxeneta de Mia. Cobain se muda con el sórdido personaje y sus tres prostitutas: una mujer negra (que, extrañamente, no aparece en la nota de prensa de la película) y dos mujeres de Europa del Este (las actrices rumanas Dana Marineci y Cosmina Stratan). El chico ayuda en varias tareas y también tiene sus primeras experiencias sexuales…  

Pero Mia no quiere que la ayuden y está lejos de tener una oportunidad real. Como adicta a la heroína, fluctúa entre el autodesprecio y la dignidad ilusoria, mientras le dice al médico que no sabe de lo que le está hablando cuando él le aconseja que inicie un tratamiento con metadona porque su bebé podría sufrir un daño irreparable si sigue consumiendo drogas. Cobain intenta ser un padre para su madre y, por un momento, parece haberlo conseguido.

En su nueva película, Leopold narra una historia más dura: una relación familiar compleja, personajes complejos con problemas muy humanos que resuelven (o no) mediante un temperamento difícil, y un acercamiento visual claro y directo con colores que crean atmósfera (aquí, naranja y azul).

Cobain es una película amable y reflexiva que trata temas difíciles con sensibilidad e interpretaciones excelentes, en especial el joven Keizer, que hace de Cobain un personaje totalmente creíble. Aunque cuesta creer el embarazo y  la adicción de Velissariou, la actriz consigue sacar a la superficie a la persona real que hay detrás de la miseria. Además, el inspirado episodio de Opbrouck añade interés y pone la profesión de su personaje bajo la luz roja.   

Cobain es una coproducción de las compañías holandesas Circe Films y The Film Kitchen, la belga A Private View, y la alemana Coin Film. La compañía Beta Cinema, con sede en Múnich, gestiona los derechos internacionales.

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(Traducción del inglés por Carolina Benítez)

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