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CANNES 2018 Un Certain Regard

Crítica: Gueule d'ange

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- CANNES 2018: La ópera prima de Vanessa Filho, con Marion Cotillard como madre indigna que deja a su hijita abandonada a su suerte, lucha por transcender los clichés televisivos

Crítica: Gueule d'ange
Ayline Aksoy-Etaix y Marion Cotillard en Gueule d'ange

Gueule d'ange [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, el primer largometraje de la francesa Vanessa Filho, un título presentado en el Festival de Cannes en la sección Un Certain Regard (compite también por la Cámara de Oro) que llevó a Marion Cotillard de vuelta a Francia, más concretamente a la región de Niza, cuenta la historia de una mujer frágil que se viste y se comporta con dudoso gusto y que pasa la mayor parte de su tiempo bebiendo sola frente a los realities de televisión, cuando no sale a la discoteca maquillada, reluciente y ceñida en llamativos tejidos sintéticos para encontrar al siguiente tipo con el que pasar algunas horas antes de volver a su casa, avergonzada, y para volver a beber con más fuerza.

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La situación sería lamentable solo para Marlène —y sin duda para los hombres que se casan con ella, tratados como “gilipollas” a partir de la canción de variétés francesa que sirve de discurso para la novia, y además suciamente engañados en la cocina, con un camarero en el momento de la llegada de la tarta— si no fuera la madre también de Elli, una niña de ocho años (Ayline Aksoy-Etaix) que a pesar de su corta edad ya ha aprendido a lidiar con la inestabilidad de su madre: se las arregla para comer, sabe cómo disimular delante de los servicios sociales, soporta en silencio las burlas de sus compañeros… Sin embargo, la pequeña termina los vasos de alcohol de Marlène y de otras personas con las que mamá se va de fiesta, porque ella la acompaña, y se ve a veces obligada a volver sola en taxi porque su madre quiere seguir con un tipo que se encuentra en la noche.

Marlène tampoco se preocupa mucho si la niña tiene que pasar los siguientes días completamente sola sin dinero y sin noticias de su madre, con tan solo mensajes esporádicos llenos de promesas incumplidas. Por lo tanto, en la segunda parte de la película vemos a Elli vagar, beber a escondidas y contener su pena valientemente hasta el momento en el que confía firmemente en un su nuevo amigo, un niño también rechazado, pero ya adulto, salvo que él no es su padre y no está preparado para asumir ese papel.

Nos cuesta un poco entender por qué razón, además de la presencia de Marion Cotillard, se merece la película, muy cerca del telefilm Les Mercredis de la vie­, una plaza en la selección oficial de Cannes, y más cuando la actriz ganadora del Oscar carece de autenticidad en su papel. Es difícil de determinar si se trata simplemente por el hecho de su transformación en “choni” (un personaje por definición poco auténtico) o un defecto de concepción, aunque al escuchar el ridículo apodo que Marlène da a su hija, “gueule d’ange” (cara de ángel), un nombre que apesta a perfume de supermercado­, y notar la previsibilidad de las raras opciones de la puesta escena cinematográficas que propone la película (las escenas de maquillaje evidentemente grabadas en primer plano, con los ojos y las bocas tan grandes como las triquiñuelas de la película), nos inclinamos por la segunda explicación. La escritura del papel de la niña, tan boba como el propio cartel de la película, no ayuda, aunque la película repose sobre su presencia, a todas luces conmovedora, pero tampoco puesta en escena de manera original.

Las ventas internacionales de Gueule d'ange, producida por Windy Production y Moana Films y coproducida por Mars Films, corren a cargo de Playtime.

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(Traducción del francés por Cande Gómez Sánchez)

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