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PELÍCULAS Bélgica

Crítica: Manu, l’homme qui ne voulait pas lâcher sa camera

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- Emmanuelle Bonmariage presenta un documental con varias capas sobre los caminos de la memoria de un cineasta —y de un hombre— fuera de lo común

Crítica: Manu, l’homme qui ne voulait pas lâcher sa camera

Con su primera película, Manu, l'homme qui ne voulait pas lâcher sa caméra [+lee también:
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, Emmanuelle Bonmariage hace un retrato de su padre cineasta, lejos de la hagiografía y directo al gesto creativo del realizador, alimentado por su vida de hombre. Manu Bonmariage es uno de los padres espirituales del espacio de documentales belga Strip Tease, de ese cine directo, sin artificios estéticos, en contacto con la realidad (¿una sola realidad?), y con la humanidad de las personas pequeñas, esas que no vemos habitualmente en las pantallas. También es el hombre de la cámara, el que después de haber perdido un ojo en su niñez, sólo podía ser operador de cámara, ya que le resulta más fácil dar su punto de vista. 

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La cámara desempeña un papel fundamental en su percepción del mundo. Siempre la lleva en la mano (y sigue grabando aunque protagonice su propia película), le sirve para interactuar con el mundo. Uno de los objetivos de la película gira en torno a la siguiente pregunta: ¿Quién es el hombre que está detrás, sin su cámara?

La película gana en profundidad cuando Emmanuelle se apodera de la cámara que su padre le confía. Manu ve que sus capacidades desaparecen poco a poco. Seguramente,será su última película puesto que ya no es el director, sino el actor. Y lo que ofrece con fulgor a su directora desprende cine en estado puro, como esa escena alucinante en el fondo de una mina, donde, de repente, se anima.  

Manu no es sólo el cineasta de la gente, el que ha sabido grabarla con empatía y benevolencia, eliminando toda condescendencia o burla, sino también un hombre fuera de lo común, un protagonista ideal para su propio cine.

Su obra ocupa un bonito lugar en la narración, ya que la directora logra integrarla de forma orgánica al relato, dando su propio espacio a los fragmentos seleccionados. Si no explican el cine de Manu, permiten experimentarlo. La escena donde el cineasta revisiona Les Amants d'Assise junto a su editora nos aclara su posicionamiento frente a estos temas, a veces cuestionados. La emoción palpable del director ante estas imágenes de hace varios decenios, ante del testimonio de un hombre que libera la totalidad de su dolor frente a la cámara, revela una de las mayores cualidades del director: nunca juzga ni condena.

La película también es el teatro de una relación padre e hija compleja pero viva, llena de amor y de contradicciones. La mujer que lleva el nombre de su padre, que hereda su cámara, lo elige a él como primer tema, casi objeto de su obra. En definitiva, un acto de memoria y de transición entre pasado y futuro. Es como si le regalase a su padre su memoria en la gran pantalla. 

Manu, producida por Clin d’œil Films, se estrena el 6 de junio en Bruselas, Namur y Louvain-la-Neuve, y también en Valonia, distribuida por Sparkle Box.

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(Traducción del francés por Carolina Benítez)

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