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VENECIA 2018 Orizzonti

Crítica: En mi propia piel

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- VENECIA 2018: La cinta de Alessio Cremonini, sobre la muerte de Stefano Cucchi en prisión en el año 2009, abre la sección Orizzonti de Venecia

Crítica: En mi propia piel
Alessandro Borghi en En mi propia piel

Las impresionantes fotos de la autopsia de Stefano Cucchi -un hombre que murió en octubre de 2009 a manos del Estado- han agitado las conciencias de muchos italianos durante años, entrando a formar parte del horrible catálogo que incluye innumerables historias de injusticia. Casi diez años después, y tras una larga batalla por demostrar la verdad por parte de su hermana Ilaria, poca gente conoce aún cómo se desarrollaron los acontecimientos. Alessio Cremonini decidió adaptar la historia de Stefano en En mi propia piel [+lee también:
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, la cinta de apertura de la sección Orizzonti del Festival de Venecia en 2018. Producida por Cinemaundici y Lucky Red, la película será estrenada en Netflix y varios cines italianos el próximo 12 de septiembre. 

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Parece casi natural que el director optase por ofrecer el papel de un joven que terminó en prisión por posesión de 20 gramos de hachís a Alessandro Borghi. El camaleónico actor, conocido por su papel en Suburra [+lee también:
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, logra resucitar a Stefano mediante una minuciosa interpretación que hace justicia al guión de la película (escrito por el director junto con Lisa Nur Sultan) que sigue de manera meticulosa la agonía de los últimos días de este romano de apenas 31 años que fue golpeado hasta la muerte.

Todo comienza la noche del 15 de octubre de 2009, cuando Stefano es arrestado en su coche junto a un amigo por una patrulla de policía. Estos encuentran 20 gramos de hachís divididos en 12 y dos gramos de cocaína. Cucchi no es un criminal, tan solo un joven contable que ayuda a su padre en la oficina mientras supera un pasado marcado por la adicción a la heroína, tiempo durante el cual pasó por varias instituciones de rehabilitación. Cuando estaba a punto de volver a la normalidad, su actitud poco cooperativa durante el registro policial lo lleva a ser arrestado, antes de ser golpeado salvajemente en una celda.

En su segundo largometraje tras la cinta de bajo presupuesto Border [+lee también:
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, Cremonini opta por iniciar su interpretación cinematográfica de los hechos como un auténtico calvario. Pasando de una estación de policía a otra, y del juzgado al hospital -como las distintas paradas realizadas por Jesucristo en su camino a la cruz- Stefano experimenta un doloroso recorrido que termina con su propia muerte. La posterior examinación mediante rayos X certifica su crucifixión, mientras que el viaje final realizado por sus padres, Rita y Giovanni (Max Tortora, Milvia Marigliano), y su hermana (Jasmine Trinca) representa una suerte de descenso caravaggiano. Hemos visto algo muy parecido en la agonía experimentada por Bobby Sands, interpretado por Michael Fassbender, en la película Hunger [+lee también:
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, de Steve McQueen.

A finales del siglo XVIII, Cesare Beccaria escribió que no existe libertad cuando la ley permite que un hombre deje de ser persona para convertirse en objeto. En mi propia piel demuestra como nuestras conciencias están adormecidas. Después de una paliza que dejó marcas evidentes por todo su cuerpo, Stefano Cucchi entra en contacto con docenas de médicos, enfermeras, guardias, policías, funcionarios de prisiones, un juez y un abogado. Incluso aquellos que sienten lástima por el pobre desamparado miran hacia otro lado. Y más tarde, después de su muerte, vienen las mentiras, engaños y verdades acordadas. Stefano se ha convertido en un ‘objeto’, ya no es un ser humano a cargo de las instituciones estatales. Igual que los otros 175 prisioneros que murieron en custodia durante ese mismo año en Italia.

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(Traducción del italiano)

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