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ZAGREB 2022

Crítica: Traces

por 

- La protagonista del melancólico primer largometraje de Dubravka Turić intenta seguir con su vida después de la muerte de su padre

Crítica: Traces
Marija Škaričić en Traces

Los problemas del primer mundo también son problemas. No importa si se trata de alguien rico que goza de las comodidades de la vida o de alguien en la situación contraria, el sentimiento de pérdida (inminente) o de soledad siempre es igual de potente en la vida de todos. En ocasiones, una obsesión por algo que puede considerarse primitivo o divino puede servir de igual manera como el único impulso que te ayuda a seguir adelante. Esto ocurre en Traces [+lee también:
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, el primer largometraje dirigido por Dubravka Turić, famosa por su montaje en Zvonimir Jurić The Reaper [+lee también:
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de Danilo Šerbedžija, así como por los cortometrajes que ha escrito y dirigido, con Cherries en 2017 de Cannes como el título más destacado.

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Traces se proyectó en primicia mundial durante la Competición 1-2 del Festival de Varsovia, y tuvo su estreno nacional en la competición principal del Festival de Zagreb. Esta coproducción entre Croacia, Serbia yLituania, ya inscrita en algunos festivales, podría convertirse en un plato habitual del menú para pequeños encuentros repartidos a lo largo del primer semestre del año que viene.

La protagonista, Ana (Marija Škaričić, famosa por Mare [+lee también:
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), padece de una enfermedad autoinmune en la piel que le deja manchas desiguales en la cara y manos, que esconde bajo capas de maquillaje. Por otro lado, Ana es una doctora en antropología que trabaja en un instituto estatal y que está emprendiendo un proyecto de un libro sobre costumbres locales de sepultura. En concreto, le interesa la Mirila, en la cual se toman las medidas del fallecido con dos rocas, una en la cabeza y otra en los pies, y la lápida se decora con símbolos personales.

Habitualmente, pasa la mayoría del tiempo trabajando en salas y almacenes oscuros, aunque en su tiempo libre tampoco hay claridad, pues vive en un apartamento enorme en el centro de Zagreb con una luz tenue y con su padre enfermo (Mate Gulin), y apenas sale con sus amigos (Lana Barić y Marina Redžepović, entre otros) que no parecen tener más temas de conversación que los mismos inmaduros de siempre. Cuando su padre muere, Ana tiene que enfrentarse a sí misma, a la soledad, a sus sentimientos, a un dolor duradero y a sus obsesiones por los símbolos de las lápidas que parecen estar en todas partes. Tal vez, consiga aclarar su ideas y empezar desde cero al volver al pueblo de su padre, donde creó los recuerdos más felices de su infancia, y reencontrarse con amigos como Jozo (Nikša Butijer, actuación impecable).

Škaričić es perfecta para el papel, pues posee un aura que le permite pasar de una persona callada y solitaria que sufre en silencio a un personaje más contento y atrevido. Además, la alegría que Nikša Butijer transmite como Jozo y la elección de las actrices que interpretan a sus amigas, complementan a la perfección su actuación. Como Ana pasa la mayoría del tiempo sola, el dialogo no es el ingrediente principal de la película, por lo que Turić se apoya en gran medida en los componentes puramente audiovisuales, como el uso de la luz en manos del director de fotografía Damjan Radovanović, la evocadora partitura de Jonas Jurkunas y el diseño de sonido de Dubravka Premar.

Turić se encargó del montaje ella misma, por lo que tiene todo el control de la película y de lo que quiere transmitir, además de que una de las joyas con las que cuenta en el apartamento es un documental falso de los 80 que está entrelazado con la investigación de Ana. Probablemente, el único problema de la película sea que tiene una estructura muy libre con un final arbitrario, pero en conjunto, Traces es una pieza melancólica cautivadora.

Traces una coproducción entre Croacia, Serbia y Lituania de Kinorama, Tremora y Corona Film.

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(Traducción del inglés por María Yagüe Gran)

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