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KARLOVY VARY 2023 Competición

Crítica: We Have Never Been Modern

por 

- El segundo largometraje de Matěj Chlupáček entremezcla la narrativa del cine negro de época con el tema tabú del hermafroditismo en una cinta de género con compromiso social

Crítica: We Have Never Been Modern
Miroslav König y Eliška Křenková en We Have Never Been Modern

El director y productor Matěj Chlupáček, una de las promesas de la última hornada de cineastas de la República Checa, acaba de presentar su segundo largometraje, We Have Never Been Modern [+lee también:
tráiler
entrevista: Matěj Chlupáček y Miro Šifra
ficha de la película
]
, en competición en Karlovy Vary. Chlupáček acumula ya una amplia gama de obras —tanto para la pequeña como para la gran pantalla— como productor en Barletta Productions. Su última propuesta, diseñada en colaboración con el gran guionista Miro Šifra, sitúa con gran habilidad una narrativa universal dentro de los confines de un entorno local y un marco de género.

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Haciéndose eco del título que Bruno Latour dio a su libro sobre el análisis filosófico de la rígida dicotomía de la modernidad entre naturaleza y sociedad, la película deja entrever algún que otro paralelismo deliberado. El título original de la película, Úsvit, cuya traducción en español es "amanecer", evoca ingeniosamente el nombre de la ciudad de Svit, que a su vez constituye el escenario la historia. Construida al pie de los Altos Tatras (Eslovaquia) para alojar a los empleados de la fábrica de Baťa, Svit refleja su precedente checo, Zlín, conocida popularmente como la "Chicago checoslovaca".

Alois Haupt (Miroslav König), el director de la fábrica, es el hombre al que se le ha confiado la misión de reproducir el éxito de Zlín en Svit. Sin embargo, el descubrimiento de un bebé hermafrodita muerto en los terrenos de la fábrica pocos días antes de la llegada del magnate empresarial de la vida real Jan Antonín Baťa, al que en la película se hace referencia como el jefe, hace correr rumores inquietantes entre los trabajadores, que pueden poner en peligro todo el proyecto de Svit. La policía secreta, interpretada por los actores eslovacos Milan Ondrík y Marián Mitaš, se ve obligada a intervenir para cortar de raíz el incipiente escándalo.

La investigación de 24 horas, que apunta a un sabotaje instigado por los comunistas, apenas logra apaciguar el escepticismo de la esposa del director de la fábrica, Helena Hauptová (Eliška Křenková). Helena, que estudió medicina y ahora dirige la clínica de Svit, se embarca en su propia búsqueda de la verdad. Šifra y Chlupáček construyen una historia contemporánea sobre un terreno repleto de decorados y convenciones sociales de una época pasada, haciendo hincapié en temas de diversidad y normatividad. Helena es una mujer inteligente, sarcástica e independiente que desafía la noción habitual de la época de una obediente esposa trofeo, y el descubrimiento que hace desafía a su vez el tema tabú del hermafroditismo.

El encuadre de este relato como una historia de detectives en la Checoslovaquia de antes de la guerra sirve principalmente como vehículo narrativo para un complejo drama psicológico que se desarrolla en múltiples niveles, con Helena como centro de todo. A pesar de la buena intención detrás de su empeño, sus ambiciones personales impregnan sutilmente la ayuda que presta a una persona marginada. Helena reside en la ciudad de Baťa, donde se le ofrece una visión casi utópica de la vida y del trabajo, aunque su progresismo precipitado podría perjudicar involuntariamente a la misma persona a la que se esfuerza por ayudar.

La narración pasa del crimen al drama de la emancipación, ya que Helena se ve obligada a hacer frente al carácter conservador de la sociedad, sobre todo en lo que respecta al género, al tiempo que lidia con su propia identidad y su papel en dicha sociedad. We Have Never Been Modern aborda temas actuales en el marco de un contexto de época con el fin de subrayar lo poco que ha cambiado todo. Helena se enfrenta a sus propios prejuicios cuando se da cuenta de que ha estado impidiendo tomar decisiones a un individuo totalmente capaz de hacerlo. Chlupáček apuesta por un drama de género con conciencia social a través de una historia de lo más queer protagonizada por el actor transexual Richard Langdon.

El director artístico Henrich Boráros y su equipo recrean fielmente tanto el esplendor de la época como la arquitectura característica de la ciudad de Baťa. Ubicada frente el pintoresco telón de fondo de la belleza natural de los Altos Tatras, la ciudad de Svit ofrece un marcado contraste con la sociedad mayoritariamente agrícola de la época.

Al entrelazar el encanto local que proporciona la tradición que rodea a Baťa con un relato universal sobre la búsqueda de la identidad y la emancipación, We Have Never Been Modern refleja perfectamente la naturaleza global y local de la producción doméstica en un drama de conciencia social, y todo ello sin recurrir a la moralización.

We Have Never Been Modern ha sido producida por Barletta y coproducida por la productora eslovaca DNA Production. Bontonfilm se encarga del estreno en la República Checa y Eslovaquia, mientras que las ventas internacionales corren a cargo de LevelK.

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(Traducción del inglés)

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