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BERLINALE 2024 Encounters

Crítica: Direct Action

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- BERLINALE 2024: Ben Russell y Guillaume Cailleau se sumergen en el día a día del movimiento ecologista ZAD en Notre-Dame-des-Landes para firmar un documental hipnótico y artísticamente radical

Crítica: Direct Action

"Ejerzo mi derecho a guardar silencio". Érase una vez un terreno de 1.650 hectáreas situado en el oeste de Francia, un lugar en el que los planes para construir un aeropuerto se toparon con la oposición de una amplia gama de grupos —desde agricultores a anarquistas, desde ecologistas a antiglobalistas— que ocuparon la zona y crearon la ZAD (Zone À Défendre, es decir, “zona a defender”) de Notre-Dame-des-Landes en 2009. Tras años de conflictos mediáticos con el gobierno y numerosos enfrentamientos con la policía, se acabó por abortar el proyecto y desalojar —brutalmente— la ZAD en 2018. Sin embargo, más de 150 personas siguen viviendo allí hoy en día, a tal punto que han desarrollado actividades agrícolas y una microeconomía comunal en la tierra, así como un espacio en el que reunirse para debatir otras luchas, como el movimiento ecologista radical Soulèvements de la Terre, que recientemente ha estado en el punto de mira por su papel en las manifestaciones —que derivaron en enfrentamientos— contra los "megaembalses" de Sainte-Soline. El colectivo acabó siendo disuelto por el Ministerio del Interior, antes de que la decisión fuera finalmente anulada por el Consejo de Estado.

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Es en medio de la vida cotidiana de esta ZAD —o al menos de su parte políticamente visible, para proteger el anonimato de sus activistas— donde el director estadounidense Ben Russell (conocido por películas como Un sort pour éloigner les ténèbres [+lee también:
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y Good Luck [+lee también:
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, que fueron presentadas en Locarno en 2013 y 2017, respectivamente) y su homólogo francés Guillaume Cailleau, que firma aquí su primer largometraje, se han fijado en 2022 y 2023 para realizar su fascinante documental Direct Action, que ha sido presentado en la sección Encounters de la 74.ª Berlinale. Se trata de una película con un evidente compromiso social ("Préstame tu mano, camarada. Préstame tu corazón, camarada. Reconstruiremos las barricadas"), una cinta que adopta el enfoque inteligente y altamente artístico de optar por no adoptar una estética sensacionalista al relatar las grandes tensiones que caracterizan el cara a cara del grupo con la policía —que, no obstante, se abordan en el prólogo y en el conmovedor final de la película—.

El documental se desarrolla desde dentro, al ritmo apacible de la naturaleza, a través de planos estáticos increíblemente largos —que, no obstante, fluyen gracias al maravilloso sentido del encuadre de Ben Russell— que detallan las acciones y movimientos cotidianos más mundanos de los habitantes de la ZAD. No es otra cosa que una veintena de cuadros hipnóticos que muestran el aserradero y el amasado de la harina, el arado —con caballos— y el trabajo de forja, el cuidado meticuloso de las semillas y las malas hierbas y la conducción de vacas y terneros por las praderas, el afilado de motosierras y un vals de creperas, una comida para ovejas y una interpretación virtuosa de piano, una fiesta de cumpleaños infantil y una grabación de rap político, una fiesta febril y una partida de ajedrez, un sobrevuelo de la zona con dron y estrategias para futuras acciones militantes.

En general, aunque la película requiere cierta paciencia —por decirlo suavemente, ya que dura 216 minutos—, se trata de un verdadero planteamiento cinematográfico magnético, un enfoque que retrata la diversidad y la identidad profundamente arraigada de un grupo de activistas que viven —y actúan— de acuerdo con sus convicciones. Es una existencia que requiere concentración, imaginación y memoria (se evoca la Cataluña de 1936), un falansterio a lo Thoreau al que la película rinde un bonito —y unilateral— homenaje. En definitiva, la película constituye, ante todo, un gesto artístico original en perfecta sintonía con su tema, como una especie de atalaya que da forma a su propio espacio y tiempo.

Direct Action ha sido producida por la alemana Cask Films junto con la francesa Volte Film, y las ventas internacionales corren a cargo de Shellac.

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(Traducción del francés)

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