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Roberto Faenza - director

Entrevista

Tras tres años de silencio, Roberto Faenza vuelve al cine con Prendimi l’anima (2002)

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por Federico Greco

Me animó la idea de recuperar algo que se había condenado al olvido: la figura de esta extraordinaria muchacha, Sabine Spilrein, que los dos grandes genios del siglo, Jung y Freud, quisieron condenar al olvido, porque para ellos era un verdadero problema. Si se hubiera hecho público el escándalo de esa relación entre ella y Jung, ambos habrían sufrido, y de paso también el naciente psicoanálisis. Lo cierto es que la historia de Sabine nos enseña muchas cosas. Nos enseña que no se puede curar las enfermedades mentales solamente con terapias. Sabine estuvo en el hospital seis años antes de conocer a Jung, luego pasa con él un año en el hospital y sale casi curada. Y esto porque junto a la terapia se introdujo una variante: la implicación, el amor y la pasión. Sabine se enamora de su médico y el médico de su paciente. Surge una escabrosa relación, pero ambos se dan algo, y este algo consigue que la muchacha salga con la cabeza en alto, lo que no se puede decir de Jung, que en este asunto se muestra muy por debajo de su estatura.
Yo siempre he pensado que el verdadero loco era Jung. Mientras que Sabine tuvo la suerte de curarse, a Jung no le pasó lo mismo. De hecho, Jung es internado en un manicomio entre 1921 y 1923, y habría permanecido en él por lo menos tres años, pero como se llamaba Jung lo dejaron salir de inmediato. Era un hombre verdaderamente perturbado, había tenido problemas durante su infancia, se dice que incluso sufrió una violación cuando era niño, de hecho, en una parte de su autobiografía habla de un sótano y de un tío suyo. Me pareció que lo más interesante era hacer que Jung apareciera como más enfermo que Sabine.
No se podía hacer esta película sólo en Italia, entre otras cosas porque la historia transcurre en el extranjero, y además no habría habido suficiente dinero; por esto, mi productora, Elda Ferri, se puso a buscar socios en países cercanos como Francia e Inglaterra. Hoy es muy difícil coproducir, es una tarea descomunal, pero lo logramos. Estos dos países son, además, socios poderosos, lo que nos ha permitido llevar la película también al extranjero. Hasta ahora la hemos vendido a una veintena de países, pero el próximo año saldrá en todo el mundo, y esto es muy importante para una película italiana. Siempre digo que mientras que los estadounidenses usan el cine para hacer dinero, nosotros usamos el dinero para hacer cine.

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