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ARRÁS 2016

Waldstille: buscando la llave de su vida

por 

- El holandés Martijn Maria Smits firma una película árida, sin florituras y de gran calidad que ha brindado al belga Thomas Ryckewaert un papel interesante

Waldstille: buscando la llave de su vida

Hay cierta clase de películas que no tienen absolutamente ningún derecho a equivocarse: las que tratan temas ya abordados en numerosas ocasiones en la pantalla. Emplazándose deliberadamente en la imposibilidad de fructificar a través de la progresión acumulativa de la trama, tales obras son una elocuente demostración del talento bruto de sus realizadores en la puesta en escena, la finura de los matices, la sensibilidad y la dirección de los intérpretes. Este es precisamente el caso, y en un sentido muy favorable, de Waldstille [+lee también:
tráiler
entrevista: Martijn Maria Smits
ficha de la película
]
, segundo largometraje del holandés Martijn Maria Smits tras C'est déjà l'été (estrenada en competición en Róterdam 2010).

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Presentada en San Sebastián, en la sección Nuevos Directores, y proyectada esta semana en competición en el 17º Festival de Cine de Arrás, la película es una deslumbrante muestra de las prometedoras cualidades de un cineasta venido del mundo del documental que ha logrado trasponer su saber hacer a la ficción con gran destreza, gracias sobre todo a un penetrante sentido del poder de la imagen, del ritmo de las secuencias y del tempo del silencio. Un don para la observación realzado por un virtuosismo (sin pavoneo) en el manejo del marco narrativo, todo lo cual permite al cineasta dar una dimensión muy personal a un relato relativamente clásico —el de un hombre que intenta recuperar el derecho de ver a su hijo, con la culpabilidad como telón de fondo—.

Explorando una vez más el tema de la familia, que ya era central en C'est déjà l'été, Martijn Maria Smits ha estructurado el guión de Waldstille (coescrito con Lenina Ungari) en tres partes, con una elipsis de varios años separando la primera y la segunda. Todo comienza en un ambiente febril de fiesta para Ben (el belga Thomas Ryckewaert) y Tinka, una pareja joven que deja a Cindy, su hija, con sus abuelos para aprovechar a fondo el carnaval y la discoteca a la que irán después. El alcohol fluye abundantemente, Ben remata la faena con cocaína, y tras una discusión y una reconciliación, un accidente de coche propulsa a Tinka a su muerte y a Ben a la cárcel. Tras ser liberado dos años más tarde, Ben se instala y trabaja en la granja de sus padres. Le gustaría volver a ver a Cindy (Zinsy de Boer), pero sus suegros se oponen con virulencia ("has matado a mi hija, no la verás nunca", "ya no eres bienvenido, mi vida es un infierno, y voy a hacer que la tuya lo sea. ¿Crees que ya has sido castigado?", "ella no te conoce, aquí no tienes futuro, arruinarías su vida"). Un atrincheramiento que Ben tratará de romper de diferentes maneras, sobre todo con la ayuda de su cuñada (Jelka van Houten)...

Teñida de un realismo sociológico más que creíble (el film se ambienta en el mundo de la crianza porcina), Waldstille ofrece al mismo tiempo un retrato igualmente agudo en lo psicológico, encontrando el justo medio entre una cierta contención en la expresión de las emociones y una zambullida en la profundidad del dolor de los personajes. Una finísima percepción del poder de los estremecimientos humanos que da un sentido crucial a las miradas y los pequeños gestos (especialmente en la reunión final entre el padre y su hija), y que dota de un gran encanto al film, a pesar del espesor dramático subyacente. Llenando la pantalla con su presencia, Ryckewaert se adueña mediante su carisma del rol que le ofrece Martijn Maria Smits, un cineasta de indudable talento cuyo próximo trabajo esperamos con mucha curiosidad.

Producida por Circe Films, Waldstille es vendida internacionalmente por la compañía alemana Media Luna

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(Traducción del francés)

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