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CANNES 2017 Competición

El sacrificio de un ciervo sagrado: magia negra

por 

- CANNES 2017: Yorgos Lanthimos pone a Colin Farrell y Nicole Kidman entre la espada y la pared en una cinta visualmente muy lograda pero insatisfactoria en lo conceptual

El sacrificio de un ciervo sagrado: magia negra
Nicole Kidman y Colin Farrell en El sacrificio de un ciervo sagrado

“A veces hacía cosas raras, pero ahora es peligroso”. Con un film que va evolucionando poco a poco desde la observación de una situación anestesiada hasta una tragedia a corazón abierto con visos sobrenaturales, el cineasta griego Yorgos Lanthimos ha efectuado un regreso irregular a la competición del Festival de Cannes (donde su largo anterior, Langosta [+lee también:
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, ganó el premio del jurado en 2015) con El sacrificio de un ciervo sagrado [+lee también:
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. Surcando una vez más la cresta del realismo absurdo a su característica manera, el realizador escudriña un núcleo familiar y, por extensión, la estructura de la sociedad, en una película que mezcla la sátira y el agobio, antes de virar a lo pesadillesco. Envuelta en una pátina visual muy sofisticada, la obra pasa de una frialdad metálica a un calor horrible, sin llegar a convencer plenamente, a pesar de sus múltiples cualidades formales; un poco como si el cineasta hubiera sido víctima del adagio enunciado por uno de sus personajes —“mañana veremos dónde estamos y decidiremos”—, dejando que el lado salvaje del film devorara a su amo, embriagado por su ansia de control.

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El guion, escrito por Lanthimos junto con Efthimis Filippou, se basa en el clásico dispositivo de un elemento perturbador del karma que se infiltra en la existencia de una familia de bien, que nada en el materialismo, la comodidad económica y la insensibilidad afectiva, y que se compone del padre, Steven (Colin Farell), un cirujano cardiólogo, la madre, Anna (Nicole Kidman), oftalmóloga, la hija adolescente, Kim (Raffey Cassidy), y su hermano pequeño, Bob (Sunny Suljic). Un cuarteto que lleva una vida muy ordenada, entre el trabajo en el hospital, la cena, el coro, el paseo con el perro y el regado de las plantas. Pero este orden artificial, este mundo de poses que llega hasta la cama conyugal, este universo de reproducción en piloto automático de las clases privilegiadas, también es el mundo de la desresponsabilización de todos cuando sobreviene un gran problema, como el que se materializa de manera subrepticia en la persona de Martin (Barry Keoghan). Acogido por Steven, que se siente culpable por la muerte de su padre en la sala de operaciones cuatro años antes, el adolescente, de 16 años y apariencia prudente, se introduce en la familia Murphy, seduce a la chica, acecha y luego acosa al padre y finalmente reclama la muerte de un Murphy (no importa cuál) en compensación por el fallecimiento de su padre. Sobre todo, el joven retorcido cuenta con un arma diabólicamente persuasiva. Sin ninguna explicación médica ni medio de cura, a los dos hijos se les paralizan las piernas, y comienzan a perder por completo el apetito. Martin anuncia a Steven la siguiente fase, en caso de que no se decida a eliminar a uno de los suyos: sus hijos llorarán sangre antes de morir... 

Esta inexplicable e inexplicada magia negra es el verdadero talón de Aquiles del film, pues su dimensión metafórica de expiación colectiva del pecado individual de Steve y del pecado de la sociedad contemporánea en sentido amplio, con sus horizontes incorpóreos (todavía más paradójicos en el caso de los profesionales del cuerpo), su justicia poética, su irrupción de lo inconsciente en lo consciente, se impone a la fuerza sobre todo lo demás. Y ni la paleta kubrickiana de la excelente fotografía de Thimios Bakatakis ni la brillante puesta en escena logran sacar al film de sus raíles de thriller fantástico a la americana, firmado por un gran autor europeo que quiere rubricar el cine de género con su inteligencia, en vez de proceder a la inversa.

Producida por la compañía irlandesa Element Pictures, El sacrificio de un ciervo sagrado es vendida internacionalmente por HanWay Films.

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(Traducción del francés)

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