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VENECIA 2017 Competición

La casa junto al mar: aceptando lamentaciones pasadas

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- VENECIA 2017: En su nueva película, presentada a concurso en Venecia, Robert Guédiguian echa un vistazo al pasado rodeado de su gente más fiel

La casa junto al mar: aceptando lamentaciones pasadas
Gérard Meylan, Ariane Ascaride y Jean-Pierre Darroussin en La casa junto al mar

Cuando Maurice (Fred Ulysse) sufre un ataque, sus hijos ya adultos regresan para acompañarlo a la casa de la familia junto al mar, cerca de Marsella. En sus visitas al padre enfermo, Armand (Gérard Meylan), Joseph (Jean-Pierre Darroussin) y Angèle (Ariane Ascaride, colaborando una vez más con su marido) hablan de su infancia y de sus errores posteriores en la vida, renovando poco a poco el vínculo que compartían en el pasado. Cada cual porta sus lastres y pronto descubrirán que un lugar olvidado puede devolver recuerdos que preferirían olvidar tanto cuanto ayudarles a salir por fin adelante.

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“Después de una buena cena, uno puede perdonar a cualquiera, incluso a sus más allegados”: el dicho popular tal vez explica por qué se dan en la mesa la mayoría de los conflictos que aparecen en la obra, indudablemente francesa, de Robert Guédiguian titulada La casa junto al mar [+lee también:
tráiler
entrevista: Robert Guédiguian
ficha de la película
]
, proyectada a concurso por el León de Oro en el festival de cine de Venecia. Como suele ocurrir en el caso de reuniones familiares de cualquier tipo largo tiempo postergadas, las acusaciones empiezan a volar desde los entremeses, pero incluso cuando aborda la más trágica de las circunstancias, la película no deja de tener cierto optimismo: Guédiguian habla de lamentos pasados pero también muestra cómo aceptarlos.

Acompañado por sus actores habituales (y algunas nuevas caras, incluida la de Anaïs Demoustier, en la piel de la novia, vergonzosamente joven, de uno de los viejos), el director no intenta ocultar el hecho de que podría estar mirándose a sí mismo en el espejo del pasado, lo que no quiere decir que estemos ante una serie de miradas deseosas dirigidas al mar. “Me aburre tu interminable depresión”, apunta un personaje en cierto momento, pero Guédiguian no se regodea. Tal vez se muestra especialmente reflexivo aquí pero ello no le impide disfrutar en ocasiones con pequeños salpicones de humor desafectado. “El tiempo pasa para que nos las veamos con él”, parece querernos decir. Y, por alguna extraña razón, le creemos.

La cinta fue rodada en un lugar que, por lo menos según Guédiguian, posee el sentimiento de aislamiento típico de un teatro, haciendo que el asunto se mantenga en la esfera íntima, gracias también a la participación de toda esa gente con la que él mismo ha ido creciendo. Nadie niega la increíble química que todos comparten; sin embargo, en ocasiones, La Villa padece de aglomeración: la inclusión de un pescador/poeta o una aparición en el último minuto de unos niños refugiados abandonados y embutidos se antojan demasiado apresuradas para terminar llevándonos a ninguna parte. Uno puede entender por qué Guédiguian intentó ampliar su foco de atención, ya de por sí un tanto claustrofóbico, pero la película funciona mejor cuando se centra únicamente en este pequeño grupo de personas que fuman, se pelean, recuerdan sus juegos de infancia o comparten los secretos más dolorosos.

La casa junto al mar es una producción de Agat Films y France 3 Cinéma con ayudas de la región Provenza-Alpes-Costa Azul, Cinémage, Indéfilms y Cinéventure Soficas. De sus ventas internacionales se ocupa MK2 Films.

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(Traducción del inglés)

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