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CANNES 2016 Competición

American Honey: el gusano en la fruta

por 

- CANNES 2016: La inglesa Andrea Arnold transplanta enérgicamente en el género de las road movies americanas su realismo social a flor de piel y su sensibilidad para con la juventud

American Honey: el gusano en la fruta
Sasha Lane en American Honey

Son contados los cineastas europeos contemporáneos que han sabido tomar el pulso a la América profunda e invisible como la inglesa Andrea Arnold ha logrado con brillantez en la vibrante American Honey [+lee también:
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Q&A: Andrea Arnold
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, presentada a concurso en el 69º festival de Cannes. Concentrándose en su punto fuerte, esto es, una cercanía extraordinaria y una percepción muy aguda de los jóvenes de las clases populares de la actualidad (cosa que ya probó en Fish Tank [+lee también:
crítica
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entrevista: Andrea Arnold
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, que le valió en 2009 su segundo premio del jurado en la Croisette, poco después del que logró en 2006  con su primer largometraje, Red Road [+lee también:
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), la directora lleva su exploración investigación mediante una road movie de altos decibelios musicales que recorre Oklahoma, Kansas, Nebraska y Dakota: un viaje en el seno de una pequeña comunidad circunstancial que se reúne en un minibus que lleva de ciudad en ciudad a doce críos que van por su cuenta y rozan la marginalidad en su labor de vender revistas a puerta fría. Una microsociedad de la que Andrea Arnold se apropia con fervor para trazar un áspero retrato del sueño americano contaminado, con historia de amor eléctrica y complicada de fondo incluida. 

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Todo empieza en un camión de basura que inspecciona Star (la luminosa revelación Sasha Lane) en busca de comida para los dos niños que la acompañan y que, pronto lo sabemos, no son suyos (en reflejo de la posición de la directora, extranjera en el país) sino que han sido abandonados a su suerte por los padres. La pasión no tarda en aparecer: en una secuencia de apertura excepcional, vemos el flechazo que experimenta Star por un desconocido de lo más extrovertido, seductor y confiado que pasa por el supermercado vecino con un grupo de jóvenes que bailan sin ataduras como salvajes al primer chispazo. La seducción acontece sin orden ni concierto y viene seguida de una propuesta de trabajo. La impulsiva Star lo deja todo (es decir, muy poco, puesto que su madre ha muerto de drogadicción) y se marcha al amanecer con Jake (Shia Labeouf) y la tribu de vendedores que dirige con mano de hierro Krystal (Riley Keough). Humo, alcohol y rap a fondo a bordo de minibus, moteles en estaciones de servicio, barrios residenciales en torno a establecimientos petrolíferos, llanuras desiertas, peregrinaciones de la banda de niños alocados y perdidos en el escalafón más bajo de la gran maquinaria de la economía americana (de la que el dinero es rey) que tratan de aprender a chapotear en esta vida en la que los losers son automáticamente estigmatizados: en este contexto, Star, resuelta hasta la inconsciencia, llevará a cabo su propio camino de insumisión.

American Honey (que vende Protagonist Pictures) está filmada con planos muy estrechos en un formato cuadrado a imagen y semejanza del horizonte y el porvenir que esperan a esta juventud salvaje y desheredada y avanza en la fiebre y el fuego interior de estos personajes polarizados por una música (sobre todo de E-40 y Carnage) que suda por todos los poros del film (su título, de hecho, es el de una canción de Lady Antebellum). Andrea Arnold edulcora su propósito con el ardor "romántico" de Star y el trabajo, sublime, del director de fotografía Robbie Ryan para poner su mirada desmaquillada en un mundo que sacrifica a sus propios hijos. Sin embargo, al no saber cómo cerrar realmente su intriga, la película, por desgracia, acaba por escapársele en un final que no debe, en cualquier caso, hacernos olvidar el moderno resplandor que ilumina todo el metraje.

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(Traducción del francés)

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