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PELÍCULAS / CRÍTICAS

El ciela gira

por 

- Rodado en más de cuatro estaciones en un pequeño pueblo al norte de España. Una primera película, un documental poético y delicado de Mercedes Álvarez

Documentales acostumbrados a formar parte de secciones especializadas de la industria del cine. Sin embargo queda demostrado su valor en la gran pantalla, despertando, durante varios años, la ambición de los distribuidores y el interés del publico. Una particular tendencia que revela extremamente gente de variados talentos gracias a la gran libertad de estilo que el ‘género’ permite tiene ahora una nueva forma original y viene de España, de Mercedes Álvarez. El cielo gira, su primera película documental tiene grandes premios en unos cuantos festivales (Rotterdam, Paris, Buenos Aires...). Un increíble destino internacional para una película centrada en un pueblo diminuto de 14 habitantes restantes en el norte de la Península Iberia, la región de Soria, en Castilla y León. El último bebé nacido en La Aldea, la directora de cine, dejó la aldea a los tres años. Ahora decidió volver como adulta a su pueblo natal, pero esta vez con su cámara, en el verdadero corazón de tal desierto paisaje de donde la mayoría de gente se ha estado trasladando durante varias décadas. Esta despoblación rural que sólo dejó a varias personas mayores parece acercarse a la muerte. Pero el arte de la directora apunta a descubrir en ello una metamorfosis adicional en el paso del tiempo. En un tempo silencioso que mantiene la mentalidad de sus personajes, Mercedes Álvarez teje progresivamente una red de vínculos históricas que pone a los últimos residentes de la aldea en varios ciclos temporales. Los últimos vestigios de un pueblo romano, una torre árabe todavía colocada en el medio del pueblo, memorias de la guerra civil española..., el tiempo dejó muchas marcas tan profundas como las de los legendarios dinosaurios y una mujer los muestra en cámara. Al mismo tiempo, los aviones americanos se dirigen a Iraq, mientras los tres habitantes mantienen lacónicas conversaciones sentados en la plaza de la aldea.

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El cielo gira con una voz y comentario que implica a la directora en el mundo que se revela tras sus ojos, difunde con cuidado un encanto subjetivo tan poderoso como indescriptible, sumergiendo al espectador en la intimidad de los habitantes sin violarla nunca, permitiendo vagar sus pensamientos al reducir las disponibilidades mecánicas del documental. Una hazaña conseguida gracias a la perfecta integración en la vida de la aldea (donde la directora pasó un año entero preparando el documental) y una edición sofisticada con diálogos de acción y flash-backs históricos. Peor por encima del dominio técnico de su sujeto, Mercedes Álvarez controla el recrear perfectamente la humanidad de aquellos hombres y mujeres casi olvidados, incluyendo al pescadero que ya no viene más y al panadero que todavía viene dos o tres veces por semana pero que se marcha si tras cinco minutos nadie sale. Y qué podríamos decir de los dos principales grupos políticos que respectivamente enviaron un coche (con altavoces y música) como cuentas electorales frente a los residentes de la aldea, tranquilos y asombrados. Y aquellos dos marroquíes, un pastor y un atleta internacional que se encontró en la carretera en el medio de la nada conversando varios minutos y recordándoles alegremente que esa tierra una vez fue árabe. Momentos simples capturados por una discreta cámara que prefiere explorar la luz y paisajes a través de las cuatro estaciones que dan ritmo al rodaje. Y por simbólico, se une la historia de la aldea a la del pintor Pello Azekta que lentamente está perdiendo su vista, El cielo gira y su estilo de discreción con pequeños toques, acaba por crear un cuadro poético, una película tan fluida como el paso del tiempo.

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(Traducción del francés)

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