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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Khadak

por 

- Khadak paso a paso conquista Venecia (León del Futuro), Toronto o Sundance, por la inteligencia y la poesía de su descripción, entre sueños y recuerdos, de la terrible realidad de un país

Como han recalcado películas recientes, el destino de Mongolia se asocia, a menudo, con el de sus animales. En Khadak [+lee también:
tráiler
entrevista: Jessica Woodworth
entrevista: Jessica Woodworth
ficha de la película
]
, de Jessica Woodworth y Peter Brosens, una epidemia ficticia infecta a todo el ganado, lo que permite a las explotaciones mineras romper con las tradiciones de los rebaños y reubicarlos en ciudades mineras.

Todo lo que queda del pasado lo describe un abuelo como si fuese un fantasma, interiorizado en el joven protagonista, Bagi, a través tanto de su talento -como si, como revela la escena de curación chamánica, la estepa estuviera ahora "dentro"- como de la película en sí misma, cuya atmósfera está bañada con un cuento de hadas desde el principio, desde que la voz de la madre dice "había una vez" -un tiempo sin pecado cuando todo el mundo tenía manzanas.

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Khadak nos transporta a través del espejo, por el universo etéreo en el cual el chamán parece ser la única salida de su antinatural y moderno mundo donde todo y cada uno tiene que estar "equilibrado"; de este modo, Bagi es trasladado de institución en institución, de una cantera a la prisión, pasando por el hospital.

Algo va mal, un personaje grita repetidamente, no hay esperanza ("Ahora aquí no hay sentido") y todo lo que queda para añorar es la muerte, o la epifanía, y es por ello por lo que Bagi, finalmente, se resigna completamente a su destino y experimenta, a través de la muerte, una transustanciación que le permite el regreso de la esperanza. Y mientras que el héroe hace este regalo a los otros, de repente el relato en forma de prisma (ya que superpone varios tiempos y varias realidades, o más bien varias visiones de la realidad) se interrumpe y se resuelve en una sinfonía onírica de movimientos y de colores.

De este modo, tan triste como pueda parecer esta bella película, no sólo el pícaro humor del abuelo, sino también la poesía del tratamiento estético de la trama dan la impresión de que todo está, de hecho, iluminado. Y cuando la película acaba, nos sigue rondando el recuerdo de la extraordinaria fotografía, desde la imagen del caballo muerto en el pesebre hasta el llanto de Bagi en un montón de carbón, que representa los escombros de un mundo, ahora extinguido, pasando por los retratos vivos al estilo Canaletto y los talismánicos pañuelos azules mongoles ("khadak") bailando en el viento.

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(Traducción del francés)

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