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PELÍCULAS / CRÍTICAS

A Somewhat Gentle Man

por 

- Esta comedia gangsteril de Hans Petter Moland, impulsada por su protagonista Stellan Skarsgård y su gran humanidad, fue una de las revelaciones de la Sección Oficial en competición de la 60ª Berlinale

Seis años después del denso drama Un lugar maravilloso, rodado en inglés en Asia y EE.UU., Hans Petter Moland ha vuelto con A Somewhat Gentle Man [+lee también:
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a la Sección Oficial de la Berlinale. De un género y una ambientación completamente diferente, esta comedia negra, cuyo lenguaje asemeja al de Ibsen, se desarrolla en un barrio industrial de Oslo.

Esta primera incursión del director en la comedia, para lo cual ha reclutado a su equipo técnico y artístico por toda Escandinavia, gozó de una excelente acogida en el certamen berlinés, donde las risas abundaron en el pase oficial. Además, se hizo con el premio del público Berliner Morgenpost y sus derechos fueron vendidos a varios territorios, entre ellos Benelux (Wild Bunch), Polonia (Vivarto) y los países de la CEI y la región báltica (Maywin Media).

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A Somewhat Gentle Man hunde sus raíces en la tradición escandinava de la tragicomedia absurda y no faltan las referencias a las películas de gángsters de los hermanos Coen, como Fargo. Stellan Skarsgård, que ofreció algunas de sus mejores interpretaciones en los anteriores trabajos de Moland Zero Kelvin y Aberdeen, interpreta a Ulrik, un hombre que sale a sus 58 años de la cárcel tras pasar doce años entre rejas.

Nadie le espera fuera para darle la bienvenida, así que se dirige a una cafetería, donde se reúne con él uno de sus antiguos amigos, un gángster, claro está. Las primeras conversaciones de Ulrik con su antiguo jefe Rune Jensen (Bjorn Floberg) y su ayudante Rolf, así como el malentendido sobre la fecha de su excarcelación, dan enseguida el tono de esta comedia poco convencional.

Poco a poco, Ulrik se adapta a su nueva vida. Se aloja en el sótano de la repulsiva hermana mayor de Rune y encuentra trabajo como mecánico. El locuaz dueño del garaje (Bjorn Sundquist), otro estupendo personaje cómico, se encariña con Ulrik, al igual que el espectador. A pesar de su aspecto solemne y su parquedad de palabra, es una persona agradable, siempre listo para dar una mano. Puede arreglar casi cualquier cosa, desde los coches hasta las necesidades sexuales de su casera, su ex mujer y su compañera de trabajo.

Incluso se lanza a resolver un trabajo inacabado con el tipo que según Rune le mandó a la cárcel. Lo único que preocupa a Ulrik es volver a entrar en contacto con su hijo, que se ha convertido en un adulto con una vida normal y un hijo en camino. Pero la vida no es tan sencilla, sobre todo para un hombre maduro con un pasado de asesino. Tras una serie de eventos que parecen dar al traste con sus esfuerzos de hacer lo correcto y con nuestra confianza en su espíritu amable, Ulrik consigue al final lo que quiere.

Basándose en un guión obra del experto Kim Fupz Aakeson, Moland lleva a la pantalla una colorida, encantadora y excéntrica galería de personajes, interpretados a la perfección por algunos de los mayores talentos de Escandinavia. La interpretación algo apagada de Skarsgård es contrarrestada por los muchos personajes secundarios, cuya extravagancia sustenta la comicidad de la historia.

Las escenas protagonizadas por Skarsgård and Jorunn Kjellsby (su casera) – mientras él se encarga de darle algo de placer sexual durante la cena o mientras ven la televisión polaca – están especialmente bien escritas, así como el gradual romance con la secretaria del garaje, interpretada por la cantante noruega Jannike Kruse en su primera aparición en la gran pantalla.

La clara empatía de Moland hacia sus personajes se aprecia en el cuidado con que ilustra sus altibajos, sus gustos y aversiones. La película pierde parte de su ritmo a mitad del metraje, cuando Ulrik pierde su suerte temporalmente, pero vuelve a cobrar vigor hacia el final, cuando, en una escena deudora de los hermanos Coen, el “hombre amable” del título se vale de su pistola para pasar página y comenzar de nuevo (o eso creemos).

Una mezcla de pop, jazz y mambo pone una nota musical perfecta para esta comedia negra. El director de fotografía Phillip Øgaard (North [+lee también:
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ficha de la película
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) ha rodado toda la película a través de colores fríos, usando cielos bajos y luz artificial para subrayar la incierta y gris vida de Ulrik. Sólo en la última escena opta por tonos más brillantes, para resaltar el inicio de una nueva vida para el protagonista.

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