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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Lullaby Ride

por 

- Un thriller protagonizado por un bebé secuestrado en el coche de sus padres

Puede afirmarse sin tapujos que el personaje principal de Lullaby Ride [+lee también:
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, el nuevo largometraje del director de la Suiza alemana Christoph Schaub, es, paradójicamente, aquel al que menos vemos en la pantalla. Todo tiene su razón de ser: el personaje en cuestión es un recién nacido, al que no vemos más que dormir, sonreir o llorar. Acciones banales si no fuera por el contexto en que se desarrollan: el bebé, robado junto con el coche en que se quedó dormido, atravesará la noche en manos de una pareja de marginales a la deriva, perseguidos por unos padres azorados y alarmados a los que a su vez persigue un mafioso con oscuras intenciones.

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Este personaje prácticamente ausente guarda la llave del sistema narrativo de toda la película, desde los créditos iniciales hasta los últimos planos, ideado por el exitoso novelista Martin Suter (que ya trabajó con Schaub como guionista en la conocida La disparition de Giulia [+lee también:
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). Este sistema funciona: la sencillez y la universalidad de la intriga de Lullaby Ride permiten al director evitar largas escenas de exposición para concentrarse en el meollo del asunto que realmente nos interesa; a saber, el despiadado mecanismo por el que una pareja se transforma en una familia, al ritmo de los chillidos del “recién llegado”.

La nueva película de Christoph Schaub es una pesadilla con los ojos abiertos que son testigos de una acción que combina evanescencia e histerismo y que explora los recodos más sombríos del alma humana. Superado por el llanto de su hijo, el padre llegará a decir que comprende a quienes sacuden a sus hijos. Llena de rabia contra su marido, la madre lo acusará de todos sus males, incluido haber deseado deshacerse de un hijo que nunca quiso. Frente a ellos, la pareja de criminales (unos Bonnie & Clyde de opereta), simbolizan otra violencia, la de la pasión, una violencia que llegará inevitablemente a un callejón sin salida, siguiendo la pura lógica darwinista del guion, según la cual solo quienes se reproducen consiguen sobrevivir de forma duradera.

La eficacia de la película, anticipada por su duración (92 minutos en constante movimiento), es una de sus grandes cualidades. Al transmitir toda la psicología, en ocasiones un tanto pesada, Schaub y Suter consiguen evitar la trampa de un tratamiento del argumento puramente social. Al contrario, Lullaby Ride no es ni una película social ni un thriller a uso, sino que va transformándome a sí misma a medida que se suceden los numerosos hechos que la integran, tomando, literalmente, como rehén al espectador, como si fuese el bebé de la película y su suerte incierta pudiera cambiar en cada etapa del recorrido: una sensación que los espectadores del festival de cine de Locarno, en cuya Piazza Grande se proyectó a cielo descubierto y en pantalla gigante, pudieron saborear durante una hora y media.

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