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SAN SEBASTIÁN 2014 Competición

Magical Girl: tres seres bajo la influencia

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- Estrenada en Toronto, la cinta de Carlos Vermut, una estimulante tragicomedia de historias cruzadas que desembocan en fatalidad, llega a la competición donostiarra

Magical Girl: tres seres bajo la influencia
Bárbara Lennie en Magical Girl

Asegura Carlos Vermut, el director de esta película, forjado en el fanzine y el cómic, que de niño le diagnosticaron déficit de atención: no puede seguir el hilo narrativo de una película si hay muchas historias dentro y si la trama es complicada. Por esta razón sus dos únicos films están divididos en capítulos, que le sirven, confiesa, para ordenar lo que narra. En Diamond Flash [+lee también:
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había tres tramas: Familia, Identidad y Sangre. En Magical Girl [+lee también:
tráiler
entrevista: Carlos Vermut
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los tres apartados pertenecen a la misma trama, que sigue a un personaje y luego enlaza con otro, aunque los puntos de vista son variados y abundan las elipsis. Como el disco del grupo sesentero Los Brincos, sus tres apartados se llaman Mundo, Demonio y Carne, elementos que para el catecismo que tuvo que estudiar en el cole este ateo declarado eran los tres enemigos del alma: el dinero, Satanás y el sexo. Ése iba a ser el título de la película, pues representa los tres obstáculos de sus protagonistas: para el padre de una niña enferma terminal (Luis Bermejo), el mundo es su enemigo, porque no tiene dinero. En el caso de la mujer fatal (Bárbara Lennie), el demonio es el desequilibrio que lleva dentro. Y para el profesor que sale de prisión (José Sacristán), la carne le ha condenado.

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Estamos, pues, ante una película que apela a lo simbólico, irracional e intuitivo: que, confiando en el espectador, deja que éste complete las sugerencias, los silencios y los vacíos narrativos. Incluso los misterios que la aliñan, los cuales, engordados por la imaginación del público, pueden resultar más que terroríficos. Porque a Vermut -simpático nickname de este madrileño- le interesan por encima de todo los personajes, más que las tramas. Por esta razón, los rostros ocupan el centro de los planos, limpios y despejados de ornamentación innecesaria: quiere que vivamos la intensidad de una mirada, una conversación, un gesto. Y que conozcamos su mundo, donde puede apreciarse belleza incluso en un cutre bar de barrio: ahí precisamente tiene lugar uno de los momentos más tensos del film.

Y es que la fatalidad recorre Magical Girl, como nos puede poseer a cualquiera si nos empujan hasta sobrepasar los límites de nuestra zona de confort, o como le sucede a un padre de familia metido en un tinglado de gran calibre, muy al estilo de Fargo, cuyo humor negro -y hasta patético- reivindica Vermut. Pues en Magical Girl el desastre viene provocado por la pasión más extrema que se pueda imaginar: el amor desmedido de un padre hacia una hija, lo que le lleva a entrar en una dinámica terrible que no sabe manejar. También la pasión (aunque más soterrada e innombrable) conduce a un maestro a perder el control sobre su vida y reincidir en el crimen. Como se lee en el film: dependiendo de lo que nos suceda, podemos llegar a ser asesinos en potencia.

Todo ello –y mucho más- convierte a Magical Girl en uno de los títulos más sorprendentes, originales y perturbadores de la temporada cinematográfica española que ahora comienza. Una tragicomedia en la que el público empieza riendo pero, poco a poco, siente cómo su rictus se queda petrificado, confirmando así que estamos asistiendo al comienzo de una carrera tan brillante como atípica, a la confirmación de un cineasta con un lenguaje y estética propios que, con sólo dos largometrajes, ya es un referente del nuevo cine español, ése que rompe con los postulados más arcaicos del previo. Ojalá el Festival de San Sebastián, donde compite codeándose con nombres consagrados, premie su valentía y talento.

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