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Pieter Van Hees • Director

“Una película policíaca que se desboca”

por 

- Encuentro en el festival de Les Arcs con el cineasta belga Pieter Van Hees que descifra su turbador thriller psicológico, Waste Land

Pieter Van Hees  • Director

Presentada en Toronto y proyectada en competición en el 6º Festival de cine europeo de Les Arcs, Waste Land [+lee también:
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(leer la crítica), de Pieter Van Hees, es una película de género negro sorprendente, una investigación policíaca que se convierte en un viaje alucinatorio a un Bruselas desconocido, ultra contemporáneo y atormentado por su pasado. El cineasta belga nos revela algunas claves de su incursión en el lado oscuro del inconsciente.

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Cineuropa: Waste Land es la tercera entrega de una trilogía titulada "Anatomía de amor y dolor". Esta vez, el tema de la película es el alma. ¿Cuáles eran sus intenciones iniciales?
Pieter Van Hees: Las tres películas están contadas desde el punto de vista de un personaje que se encuentra en una relación en crisis. Left Bank [+lee también:
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estaba centrada en el flechazo y en una atleta de 20 años, es decir en "el cuerpo". Dirty Mind [+lee también:
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hablaba de una pareja de jóvenes treintañeros y del "cerebro", a través de un acróbata al que una lesión cerebral liberaba de sus inhibiciones. Quería que Waste Land fuera la película más madura de las tres, con una pareja que ya tiene un hijo y que tiene que luchar para mantener a flote su relación. A esta edad lo espiritual cobra más importancia, es un poco como la "crisis de los cuarenta"; uno se hace preguntas. El trabajo de policía del personaje consiste en ocuparse del mundo exterior. Se confronta a muchas cosas que pasan en las grandes ciudades y que la gente generalmente se niega a ver, como las tensiones raciales, por ejemplo. Y para llegar a la raíz de los conflictos y comprender, debe tratar de definir el mal. Porque los allegados de las víctimas no quieren saber únicamente quién ha cometido el acto sino sobre todo por qué. Y algunos casos rozan las fronteras de lo inexplicable.

Un conflicto con el mal es también una conflicto kármico con el inconsciente personal del policía y con el inconsciente colectivo de Bélgica como antiguo país colonizador. ¿Cómo ha integrado todos estos elementos?
Antes de ingresar en una escuela de cine me dediqué al estudio de la literatura, que permite superponer diferentes planos. Es más difícil en el cine pero he intentado hacerlo con una especie de película policíaca que se desboca, lo que ayuda, en mi opinión, a evocar las tensiones personales y raciales. En Bélgica, como en todos lados, hay una herencia histórica difusa que todavía pesa en el alma colectiva: la esclavitud, la colonización, la Segunda Guerra Mundial... Quería abordar este tema por medio de la diáspora congoleña en Bélgica y de la tensión del mundo en general que se contagia como una infección. El título de la película se refiere a un poema de T.S. Eliot que habla de un país que ya no es capaz de ser fértil. Es una metáfora de la Europa actual, un continente en crisis con una juventud procedente de la inmigración muy alejada de lo que era el pueblo blanco dominante. También está en Waste Land la cuestión del niño que va a nacer y del que se espera que regenere la situación y escape a la contaminación del pasado. Tenía también en mente Alicia en el país de las maravillas, y la idea de caída a través de puertas y túneles que conducen cada vez más bajo. El espectador tiene que acompañar a Leo en su descenso a los infiernos y descubrir los lugares con él.

Su película se inscribe en una corriente flamenca muy inclinada hacia el cine negro. ¿Cómo explica esta tendencia?
Creo que esto se debe a que nosotros no tenemos una tradición cinematográfica muy fuerte, como es el caso de Francia, del Reino Unido o de la Bélgica valona con el documental realista social que todavía ejerce una gran influencia sobre la ficción, con los Dardenne como punta de lanza. En Flandes, no nos hemos criado en una cultura de la verdad, así que somos bastante libres. Ocurre lo mismo en el teatro o en la música, hay mucha hibridación. Ver Waste Land con la tradición del cinéma vérité en mente puede resultar desconcertante. No he querido hacer una película americana que fuera explícita con respecto a las secuencias reales y las que no lo son, pero tampoco un viaje psicodélico sobre la locura. Había que encontrar un equilibrio frágil y mostrar el lado emocional de la psicosis, esa mezcla entre una parte muy racional y otras que no lo es en absoluto, esa angustia que nace de la cercanía entre el mundo real y el mundo irreal entre los que una pequeña puerta nos permite transitar.

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(Traducción del francés)

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