email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

Alanté Kavaïté • Directora

“Nada es nunca simple y lineal”

por 

- La directora lituana afincada en París Alanté Kavaïté desvela los detalles de su segundo largometraje, El verano de Sangaile, presentado en competición en Sundance

Alanté Kavaïté  • Directora

El vuelo de El verano de Sangaile [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Alanté Kavaïté
ficha de la película
]
, segundo largometraje de Alanté Kavaïté, arranca con los mejores augurios tras su estreno mundial en Sundance y su selección en la sección Panorama de la Berlinale. Cineuropa se reunió con la directora para hablar de una película producida por la parisina Les Films d'Antoine en coproducción con la lituana Fralita Films y la holandesa Viking Film. Su agente de ventas internacionales es Films Distribution.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

Cineuropa: ¿De dónde le vino la idea de partida de El verano de Sangaile?
Alanté Kavaïté: Moderé unos talleres de cine con jóvenes y me encantó trabajar con ellos; sobre todo, filmarlos. Su capacidad de recibir y de explicar con una intensidad insólita en la edad adulta me inspiró profundamente y me llevó a reflexionar sobre mi propia adolescencia en Lituania. En cuanto al tema principal, las acrobacias aéreas, se trata de una metáfora, ya que quería hacer una película sobre una persona en plena construcción, que se busca y que se va a encontrar a sí misma. Con todo, los vuelos acrobáticos requieren un enorme autocontrol y es justamente eso lo que le falta a Sangailé, mi personaje principal.

La película se centra en gran medida en las sensaciones.
Quería que fuera muy sensorial, que tuviera que ver más con las emociones que con la narración. Eso es lo que más afecta en la adolescencia: aún somos niños y, sin embargo, ya nos hacemos adultos. Por eso también las escenas de amor contienen esa parte sensorial: la carne de gallina, el descubrimiento del cuerpo del otro. La sensación de vértigo se da asimismo cuando Sangailé se sube al avión por primera vez, cuando vemos los efectos de las acrobacias directamente en su rostro. Pero no quería hacer la enésima película en la que vemos al adolescente sufrir en una especie de tránsito por la dureza de la realidad. Buscaba una cierta serenidad, una ligereza, la comprensión de que las dificultades y las pulsiones autodestructivas son etapas que hay que atravesar para crecer.

¿Qué puede decirnos de la relación amorosa entre sus dos personajes femeninos?
La misma historia con un chico y una chica no se habría percibido de la manera que yo quería. Aquí juego con el hecho de que el otro es un espejo de sí dado la vuelta. Sangailé, la chica de Vilnius, es de la clase de los privilegiados: lo tiene todo pero no hace nada con ello. Aisté, por su parte, necesita tirar de pequeños trabajos durante el verano y, a pesar de ello, lo tiene todo. Quería jugar con los contrastes, con la simetría de los cuerpos. Sangailé tiene una terrible falta de amor y de confianza en sí misma. Aisté la lleva literalmente de la mano, como a una muñeca para vestirla. Sangailé, en cierto modo, tiene algunas características masculinas, lo que me gustaba de cara a buscar un universo totalmente opuesto al suyo para llevarla, a través de este universo, adonde tiene que ir. Es el encuentro con un ambiente dulce y en polvareda el que llevará a Sangailé al mundo de los aviones. Nunca nada es simple y lineal.

¿Qué intenciones de partida tenía usted con respecto a la puesta en escena?
Como Sangailé quiere volar pero es incapaz, el mayor desafío de la película era no hacer más que planos fijos, lo cual ha resultado ser muy duro. Hasta el operador de cámara llegó a tildarme de terrorista [risas]. Inmediatamente hay un contraste entre las imágenes fijas y las imágenes aéreas para las que utilicé un octocóptero que estaba exactamente a la altura entre Sangailé en el suelo y el avión que hacía sus acrobacias a cientos de metros de altura. Más en general, desde la fase de escritura, la cuestión del espacio era muy importante y escribí la película con los decorados y algunas decisiones de puesta en escena un tanto radicales más que centrándome en los diálogos.


¿Cómo gestionó el rodaje de las secuencias de acrobacias en el aire?
La estrella de los vuelos acrobáticos, Jurgis Kairys, casi nos invitó a su semana de participación en el rodaje. Fue una bendición del cielo, dado que contábamos con un presupuesto muy reducido para hacer la película. Evidentemente, no podíamos emplear cámaras demasiado pesadas en el octocóptero, por lo que tiramos de una cámara HD de fotos. Era difícilmente manejable, puesto que a la menor ráfaga de viento estábamos cuatro metros demasiado a la derecha o a la izquierda. Había momentos en los que, en total, filmábamos con 12 cámaras, tres de ellas grandes, de cine, y el resto aparatos fotográficos. Por lo demás, la fuerza que se sufre en un avión de acrobacias es tal que una persona normal, como Julija en la película, no puede hacer más de dos sesiones de 11 minutos al día. Así que corríamos un riesgo máximo: nos lanzábamos y filmábamos. Un giro, dos giros, tres giros… ¡y mantenía el tipo! Fue un alivio porque no tenía ningún plan B.

¿Fue complicada la producción de la película?
La excepción cultural y la defensa de la lengua inglesa son formidables: tienen mi voto. Pero cuando alguien, como yo, vive en Francia y quiere hacer una película en otra lengua, hay muy pocas fuentes de financiación que se presten. Felizmente, el nuevo centro del cine lituano nos brindó su apoyo a través de un adelanto a cuenta de futuros ingresos. Pero la película se hizo con un presupuesto muy bajo, por debajo del millón de euros, lo que obligó al núcleo duro del equipo a ejercer varias funciones a la vez. No obstante, mientras la ambición estética de un proyecto no quede en entredicho, seguimos adelante.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Lee también

Privacy Policy