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Miguel Gomes • Director

"Lo imaginario es tan real como lo real"

por 

- Entrevistamos a Miguel Gomes para tratar sus Mil y una noches, tríptico estrenado en la Quincena de los Realizadores compuesto por El inquieto, El desolado y El encantado

Miguel Gomes • Director

Entrevistamos a Miguel Gomes para hablar sobre Las mil y una noches poco después de la presentación en la Quincena de los Realizadores de Cannes de este tríptico compuesto por tres largometrajes que funcionan a la manera de entregas de una misma obra y se titulan El inquieto [+lee también:
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, El desolado [+lee también:
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y El encantado [+lee también:
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. El antiguo crítico de cine reconvertido a cineasta no abandona su espíritu pícaro para relatar cómo acumuló hechos reales para retratar el Portugal de hoy en día, en plena crisis, sin renunciar a la imaginación, a cierto sentido de lo absurdo y a la voluntad de perder un poco el control, haciendo de su cuadro un "rosario de miserias" diabólicamente divertido y conseguido, con remeros bonitos y estúpidos, pinzones que aprenden las canciones del proletariado y un perrito alegre que acabó alzándose con "la Palme Dog".

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Cineuropa: ¿Cómo se convirtió este proyecto en un tríptico?
Miguel Gomes: ¡Es culpa mía! (sonríe traviesamente) Pero sí, fui yo quien quiso poner en el contrato con mi productor que no debía superar las tres horas y media de metraje. Sólo que para un proyecto que se llama Las mil y una noches, necesitábamos muchos elementos muy distintos: registros, personajes, narraciones diferentes... ¿Pero cómo meter todo eso en tres horas y media, que ya es mucho tiempo? La cosa estuvo clara durante el montaje. Entonces, tuve una idea y le dije a mi productor: "Cálmate, no vamos a superar las dos horas; al final haremos más de seis horas ¡pero en tres películas!"

¿Cómo describiría usted la progresión o el recorrido que llevaron a cabo con estas tres películas?
El primer volumen está relacionado con la infancia, creo. Hay un banquero que tiene un flashback sexual, un pollo que relata una historia de amor interpretada por niños, un director pueril, un sindicalista que quiere que los parados se arrojen al mar el 1 de enero. Son cosas bastante angustiosas, como miedos infantiles.

En el segundo volumen, el personaje de la película (que no es un individuo sino un colectivo: los portugueses) pasa a un nivel más trágico. Un juez desesperado porque todo el mundo es culpable y a la vez no culpable... El único personaje al que le irían bien las cosas, de hecho, es un perro digno de una película de Walt Disney, siempre y cuando no hubiera tenido la desgracia de nacer en Portugal... Además, este perro tuvo un premio en Cannes: ¡la Palme Dog! (risas) Se lo aseguro, ¡no sabía ni que eso existía!

Creo que nunca he hecho una película lineal. Siempre hay una segunda parte que responde a una primera. Fíjese en Tabú [+lee también:
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. Así que el tercer volumen, más aéreo, es una reacción al lado trágico de su predecesor: allí estamos en Bagdad con Shéhérazade, salvo que aquí hay mar (porque, de hecho, estamos en Marsella, pero bueno, es mi película: puedo permitirme el agua en el desierto). Después, vemos a gente en ciudades hechas de chabolas que en lugar de hacer la revolución enseñan a cantar a los pájaros.

Usted siempre parte de lo real para llegar a lo fabuloso sin dejar de perder ese anclaje en lo concreto.
Eso es porque lo imaginario es tan real como lo real. La realidad siempre se complementa con las cosas que vienen, por una parte, del deseo y, por otra, del miedo. Así que si mostramos a la gente afectada por cosas reales hay que mostrar también y al mismo tiempo lo que temen que vaya a pasar y lo que desean que pase. Va todo junto.

En todas sus películas adopta usted, como si fuera marca de la casa, un enfoque cándido de director que trata de hacer una película y lanzarse en una exploración desbocada de la narración; sin embargo, el conjunto siempre aparece muy controlado y seguro.
Cuando hago una película, lo que intento hacer es justamente perder un poco el control. Creo que el cine tiene menos vida cuando tratamos de controlarlo en exceso. Me parece que hay que partir de otra posición, esto es, que para hacer una película propia, hay que intentar negociar tanto con la gente como con las cosas y hacerlo en directo. No veo otro enfoque posible. Así que mi estilo es el de tratar de perder un poco el control para después intentar recuperarlo.

Al final, usted dice a su espectador ideal que podrá ver la película cuando quiera y hacer de ella lo que le plazca.
Sí, eso me supera. He hecho tres películas (tres en lugar de una) pero después de habérnoslas apañado, confío.

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