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Icíar Bollaín • Directora

"Resulta muy complicado hablar de una cultura que no conoces bien"

por 

- De Bolivia a Nepal: tras También la lluvia, Bollaín relata el viaje de una maestra a Katmandú, un espejo en el cielo

La sexta película de esta actriz y cineasta, coescrita junto a Paul Laverty, traslada al espectador hasta la capital nepalí, a donde llegó una joven maestra catalana (interpretada por Verónica Echegui, nominada al Goya a la mejor actriz) para educar a los niños pobres, encontrándose a sí misma en el proceso. Un hecho real que quedó plasmado en el libro Una maestra en Katmandú, escrito por Vicky Sherpa. En Katmandú, un espejo en el cielo, la directora de También la lluvia [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Icíar Bollaín
ficha de la película
]
nos invita a conocer tan emocionante historia, filmada en bellísimos escenarios, declarados Patrimonio de la Humanidad.

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Cineuropa: ¿Qué te llamó la atención de este caso real para desear contar su historia en imágenes?
Icíar Bollaín: El libro tenía el aspecto de diario de alguien que se mete en un buen lío: una mujer yéndose al Nepal de hace veinte años, encontrándose un panorama educativo tremendo y la pobreza de las chabolas. Me llamó la atención ese viaje personal, el empeño de alguien con una vocación enorme por cambiar cosas y que por el camino ella también se encuentre a sí misma: esto me pareció muy interesante.

La protagonista de tu película se tiene que ir lejos para encontrar su sitio.
Si, hay gente que busca confrontarse con otra cultura. Uno fuera se puede reinventar. El libro familiar que llevamos escrito a veces pesa y en otro lugar eres lo que tú quieres ser. Para mucha gente eso es muy liberador, como es el caso de esta mujer, que venía de una familia muy desestructurada: allí, como maestra, se reinventa.

¿Qué ha sido lo más complejo de todo el proceso de producción del film?
Lo más complicado fue hablar de una cultura que no conocía, que está a seis mil kilómetros. El rodaje allí también fue especial, porque te vas a un lugar donde a las dificultades de la producción sumas las cotidianas que ellos sufren, y también hubo situaciones de no entendimiento, aunque hablaban en inglés. Pero ha sido una experiencia muy interesante, porque todo es una aventura allí, incluso en cosas tan simples como llegar a casa de alguien: las calles no tienen nombre en Katmandú. Todo era un esfuerzo pero, al mismo tiempo, muy estimulante. Cuando vuelves a Europa y lo comparas, te das cuenta de lo sencillo que resulta vivir aquí.

¿Cuantas semanas rodastéis en Nepal?
Ocho. No es una película complicada, pero las cosas son difíciles allí porque lo son para ellos. Por ejemplo, estábamos en época anterior a las lluvias, los ríos iban muy bajos y se producían cortes diarios de corriente eléctrica de 12 y 14 horas.

La película tiene a veces un tono casi documental.
Hubo que hacer una adaptación, porque la acción transcurre 20 años atrás y Katmandú se ha transformado: ha crecido mucho y es un caos. Nos fuimos a rodar unos días a una ciudad pequeña, Bhaktapur, con calles más tranquilas. Pensamos en recrear escenarios fuera de Nepal, pero la película gana si ruedas en el lugar donde ocurrieron lo que cuentas: esa verdad queda plasmada en la pantalla. También hicimos un casting entre las madres que viven en las chabolas, buscamos a aquellas que sabían actuar delante de la cámara. En ese aspecto es un poco documental, pero tú creas la situación, eliges la gente adecuada y lo unes todo.

¿Cuanto ha costado la película?
Unos tres millones de euros, menos que También la lluvia. Rodar fuera nunca es barato y además Nepal tiene menos infraestructura cinematográfica que Bolivia. Allí la industria del cine es muy pequeña y tuvimos que llevarlo todo. A veces va Bollywood a rodar allí dos o tres semanas, por eso les asombraba tanto nuestro rodaje.

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