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Aki Kaurismäki • Director

Mis personajes son optimistas sin esperanza

por 

- El Havre describe un mundo de marginados con una solidaridad recíproca y un final optimista

Vestido con una camisa a cuadros y un jersey azul y acompañado por una botella de pinot gris Tuttars en la mesilla, Aki Kaurismäki nos recibe en el prestigioso palazzo Colonna, a pocos pasos de la via Condotti de Roma. Su última película, El Havre [+lee también:
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, inaugurará mañana el festival de cine de Turín, donde el director recogerá un premio en reconocimiento a su trayectoria “no por las películas que ha hecho sino por las que todavía tiene por hacer”, afirmó el director del certamen Gianni Amelio. Le preguntamos por el futuro y nos dice con su habitual sarcasmo: “he dicho todo lo que quería decir; siento que empiezo a repetirme. ¿Pero por qué no hacer otra película? Esta es una actividad que no contamina: hacer cine es ecológico, después de todo”. Con cada pregunta el director finlandés degusta el placer de dar una respuesta que no sea banal ni automática.

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El Havre describe un mundo de marginados que muestran una gran solidaridad recíproca y tiene un final optimista. “En realidad yo quería que todos se pusieran tristes al final, aunque mi única intención era contar una historia; el público es el que se decanta por el optimismo. Cuando no hay esperanza no hay motivo para ser pesimista”. Se lo piensa dos veces y añade: “Si tienes oficio consigues manipular al público: sabes cuándo hacerlo llorar o reír”.

En cualquier caso, objetamos, la película afronta el tema de la inmigración ilegal: un asunto que el cine aborda con mayor frecuencia. “Quería demostrar que la sociedad es así y que no es extraño dar con este tipo de personas. No creo en el cine que da lecciones. La gente no va al cine a aprender, o, por lo menos, esta es mi experiencia personal: voy al cine a emocionarme y a divertirme. Las películas se inventaron para esto; podemos definirlas como una especie de opio. Además, yo no soy el director adecuado para contar historias desde el realismo. Solo una vez intenté hacer una película a lo Jean Pierre Melville”.

En efecto, El Havre recuerda en cierto modo al cine negro, con un detective y un fugitivo (el niño africano), en homenaje al cine francés antiguo; pero, ¿por qué asignar a un icono como Jean-Pierre Léaud un papel tan infame? “En Los 400 golpes de Truffaut él interpretó a un chiquillo fugitivo; en mi película encarna a un chivato que denuncia a un crío en situación ilegal. Es una prueba de las posibles consecuencias de la vida y la sociedad, que pueden torturarnos y privarnos de valores morales. Se trata una nota pesimista. En la última escena de Los 400 golpes Leaud dirige su mirada desesperada hacia la cámara, como si supiese el destino que le aguardaba 50 años después y quisiera deshacerse de esa idea”.

No cabe duda de que Kaurismäki es más locuaz que los protagonistas de su película. “Debería entrar en el Guinness de los Primates por mis diálogos. Empecé hace treinta años como actor y guionista, escribía diálogos largos pero al final quedaba poco en la cinta. He aprendido a escribir diálogos de dos minutos. Además, soy muy perezoso y prefiero sustituir los diálogos con música. Digo a mis actores que no expresen sentimientos interiores ni agiten los brazos. En mis películas nadie ríe ni corre. En El Havre hay más diálogos de lo habitual en mí. De todos modos, disfruto con las películas con mucho diálogo; me gustaría hacerlo yo también pero a estas alturas ya me bloqueo…”.

El director confiesa que vive en Portugal porque no tiene pasaporte y no lo dejarían entrar en Estados Unidos, pero se hace una idea precisa del cine de Hollywood: “Solo me gusta el que se hizo hasta 1962. El largo adiós, de Robert Altman es la última película buena. Considerando los enormes medios económicos y tecnológicos que tienen a su alcance, no he visto ninguna obra maestra en estos últimos años”.

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