18/07/2012 - El director serbio Miroslav Momčilović habla de Death of a Man in the Balkans, ganadora del Independent Camera Award en Karlovy Vary

El escritor y director Miroslav Momčilović nos habló de su tercer largometraje: Death of a Man in the Balkans [+lee también:
tráiler
ficha de la película], obra que ganó el Independent Camera Award en el festival de Karlovy Vary y recibió una respuesta entusiasta de las 3.000 personas que llenaron el cine al aire libre de Sarajevo.

Cineuropa: Lo que más interesará a nuestros lectores es, probablemente, cómo rodó la película. ¿De verdad es un solo plano secuencia?
Miroslav Momčilović: La película se hizo en nueve tomas. Teníamos algunas escenas filmadas en una sola toma que duraba media hora; más adelante, pensé que era estúpido dejar de lado algunos segmentos excelentes para conseguir un largometraje en un solo plano secuencia.

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Entonces, ¿por qué decidió que pareciese que se trataba de una sola toma?
No era mi intención hacer una película en un plano porque sí: en mi opinión, no es una buena idea que el contenido esté supeditado a la forma. Lo importante es el concepto básico de una webcam, que sigue emitiendo tras el suicidio del personaje que da título a la cinta y muestra lo que ocurre durante los siguientes 80 minutos. Quería que el tiempo real y el tiempo fílmico fuesen idénticos. También aquí tenemos un caso interesante sobre la composición de los planos: con apenas cuatro pasos que dé un personaje desde el fondo de la habitación hacia la cámara, pasamos de un plano general a un primer plano. Eso es editar mientras se rueda y aporta una dinámica especial a la acción.

¿Influyó en esta decisión el hecho de que contase con un presupuesto ínfimo?
No, el hecho de que la película transcurra en una sola habitación es consecuencia del pequeñísimo presupuesto. No quería esperar cinco años para optar a una convocatoria de financiación pública en Serbia: no la hemos tenido en un año ya y nadie sabe cuándo se abrirá la siguiente. El presupuesto total de la película fue de 12.000 euros. El reparto participó por un porcentaje de los beneficios, lo que en la práctica significaba que estaban perdiendo dinero. Todos son conocidos actores profesionales, no son críos que aceptan cualquier papel que les echen. Hacer esta película durante un mes y medio significó probablemente que iban a perder papeles por los que se les habría pagado.

Todos los actores de la película son famosos en la antigua Yugoslavia; sin embargo, apenas tienen primeros planos a lo largo del metraje. ¿Les supuso un problema?
Sí, fue un problema. Les gustaba el guion y entendieron el concepto de hacer que todo pareciera una sola toma, pero lógicamente habrían preferido tener algunos primeros planos. Llegamos a pensar en la posibilidad de poner tres falsas cámaras que no estuvieran grabando pero que contribuyesen a que los actores se relajaran, o incluso la opción de cámaras ocultas cuya existencia desconociesen. Pero esta película radicaba en la amistad y un experimento de este calibre no habría sido justo con los actores; por ello, ensayamos todos los días durante un mes, pues además de la composición de planos, teníamos que fomentar la confianza y conseguir que se sintieran a gusto en esas circunstancias: cuando uno se acostumbra a un método de trabajo, es difícil abandonarlo.

Es lógico que el público de Sarajevo tuviera una reacción positiva ante este retrato de la mentalidad balcánica, pero ¿qué puede decirnos de la reacción en Karlovy Vary?
Al principio me sorprendió el pase de prensa en Karlovy Vary, al que acudieron periodistas y críticos no solo checos, son también de todo el mundo. Su reacción fue fantástica y pude comprobar que cosas de este tipo ocurren en cualquier parte. La forma de ser de los balcánicos tiene su especificidad, pero al fin y al cabo todos somos humanos.