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Paolo Sorrentino • Director

“No me llaméis el nuevo Fellini”

por 

- "La dolce vita es una obra maestra. La nuestra es sólo una película". El director italiano habla sobre La gran belleza, presentada a concurso en Cannes.

A la crítica internacional le ha encantado La gran belleza [+lee también:
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, dirigida por Paolo Sorrentino y presentada a concurso en el Festival de Cannes, y la comparación más recurrente ha sido con La dolce vita, de Federico Fellini. "He interiorizado la lección de Fellini, como todos los jóvenes directores italianos, pero prefiero evitar las comparaciones. La dolce vita es una obra maestra. La nuestra es sólo una película", anuncia Sorrentino.

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¿Qué siente usted por Roma, la ciudad donde has ambientado la película?
Fui a Roma de pequeño desde mi Nápoles natal y más tarde me fui a vivir allí. A lo largo de todos estos años he coleccionado anécdotas. Pero ha sido el personaje de Jep lo que ha hecho que esos apuntes se convirtiesen en una película, porque hacia falta un testigo que formase parte de ese mundo. Roma aún me sorprende y fascina. La intención era observar una amplia representación de humanidad, con una mirada tierna y afectuosa. Pueden parecer insulsos fuera de lugar, pero detrás de cada uno de esos personajes hay melancolía, sufrimiento, historias personales. No tenemos reparo en decir que en esas también estamos nosotros, ahí, al borde de las desesperación.

Jep no deja de ser de Nápoles y su carácter es muy napolitano.
Si existe la ironía en esta película, se debe seguramente a Nápoles; es algo que me condiciona mucho, una ironía que no veo en ningún otro lugar. El personaje de Toni Servillo está vinculado a un tipo de napolitano en vías de extinción que sabe conciliar con naturalidad la profundidad y la superficialidad sin ser snob. Es el que antes iba a los cócteles con las estrellas de la televisión y luego se veía con Alberto Moravia. Además, hay una larga literatura del desencantado sentimental que va a la gran ciudad y utiliza el cinismo para defenderse de la metrópolis. Pero todos los cínicos esconden un lado sentimental que en el caso del protagonista de mi película se aprecia en la visión del fantasma de la chica de la que estaba enamorado de joven.

Está el personaje de la "santa" y un retrato del mundo eclesiástico más bien punzante, con cardenales aficionados a lo mundano y monjas expertas de botox.
No tengo un conocimiento directo de ese mundo. Hemos usado la ironía en el punto de vista del personaje a todos los niveles de la película, y, por tanto, también ese mundo es visto con ironía. Pero el juego de Jep no funciona con la santa, tan sumamente distante de ese mundo que reduce todo a una charla ligera. La santa hace que dude de todo. Jep está decepcionado con el mundo, el sexo, las aventuras. La santa le lleva en una dirección inesperada, le abre la puerta a una realidad distinta a través del silencio, la ausencia de ruido; y entonces Jep empieza a hacerse preguntas. Pero conoce al cardenal, que es más efímero y mundano que él mismo.

¿Qué le une con Toni Servillo?
Creo que trabajamos normalmente juntos por una mezcla de sentido de familia y una relación imprevisible y siempre nueva. Es mi mejor crítico; no, más bien, es mi único crítico de referencia.

¿Hace diez años habría hecho la misma película?
Sí, habría sido igual, porque lanza preguntas sobre sentimientos que no pertenecen a una edad determinada. Como ha dicho Toni Servillo, la 'grande bellezza' es la metáfora de un país que pierde continuamente oportunidades, mientras que Roma, con su belleza, demuestra que hubo una época en que esas oportunidades fueron aprovechadas por alguien. 

El sentimiento de las raíces, la nostalgia por un amor perdido, el tiempo que pasa. Al final Jep parece encontrar un centro en torno al cual gravitar.
Para él, las raíces son la nostalgia amorosa por aquella chica. Pero la diferencia está en volver a encontrar las palabras. Quien ha sido escritor no deja de serlo nunca.

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