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Jaime Rosales • Director

El director como montador

por 

- La Soledad Estreno en Francia el 11 de junio

Tras Las horas del día (Premio FIPRESCI - Cannes 2003), el cineasta español Jaime Rosales regresa con un ensayo atípico sobre La Soledad [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, que no cede a tentaciones melodramáticas ni da lugar a interpretaciones políticas.

Cineuropa: ¿Que surgió primero, la historia o el concepto técnico de la película?
Jaime Rosales: Quería hacer una película con una fuerte carga emocional y quería también trabajar el lenguaje de la polivisión (pantalla partida). Empecé a escribir el guión y, luego, trabajé en lo que era una especie de gramática de la polivisión: cómo iban a ser las entradas y las salidas de los actores, qué tipo de planes elegir, etc. Guión y gramática iban avanzando por separado y, en un momento dado, los tuve que unir y cambiar aspectos del guión para que se ajustasen mejor a la polivisión. El riesgo de la polivisión es que puede perturbar la lectura natural de la película y causar un desenganche emocional por parte del espectador. Además, quería también añadir expresividad. Esa expresividad tiene que ver con la separación emocional: dos personas quieren estar juntas pero no lo están. La separación en la pantalla produce una metáfora sobre la separación emocional.

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¿Cual fue tu metodología de trabajo?
Tengo una metodología que pasa por el análisis de guión técnico con los jefes de equipo, para aportar ideas y modificar el guión entre todos y luego, en el momento de rodar, también hay mucha creación en el momento. Esa espontaneidad también la buscaba yo en las actrices: quería que se dejaran conducir pero también que pudieran improvisar. Quería actuaciones con un toque más naturalista.
En el caso de la polivisión, tenía un storyboard. Los planos de miradas a la cámara se tienen que hacer con una técnica muy peculiar. Rodé sólo con una cámara en sincronía. Para esto lo que hice fue rodar el perfil del personaje que iba a servir como master de sincronía. El perfil quedaba grabado. El sonido de esa toma –la buena – servía de master para todos los demás. Todos los demás planos se hicieron con una cámara pero no salía el actor y el otro actor diciendo su texto, sino un playback de esa toma. Los actores tenían que rellenar los huecos con sus réplicas para que hubiese sincronía.

Tus planos son muy cuidados y, muchas veces, los personajes están fuera del encuadre, como pasa en algunas películas asiáticas…
Me parece que algunos cineastas asiáticos tienen una cierta estilización con la que me identifico. Lo que sería el dogma, en Europa - esa búsqueda del realismo con la cámara en la mano, en un estilo periodista - no me interesa. Prefiero una estética mas cuidada, con encuadres más equilibrados y al mismo tiempo busco una cierta naturalidad en los ritmos.

¿Las secuencias mas largas funcionan como preludios del clímax de la historia?
Para que haya momentos fuertes, tiene que haber momentos débiles. Utilizo las variaciones de intensidad para lograr picos de contraste. En el caso concreto de las escenas donde se produce la muerte, me parece interesante alargar bastante ese momento débil antes del momento más terrible y al mismo tiempo más esencial en la vida de una persona, que es su paso a la muerte. Lo que la precede es algo de lo más inesperadamente banal.

Introduces elipsis en algunos de los momentos más trágicos...
Desde un punto de vista más filosófico, para mí el cine sería filmar todos los momentos de la vida de una persona. Y luego hacer una película de dos horas con eso. Así, el director sería puramente un montador: elegir unos momentos y dejar otros de fuera. Habría que preguntarse por qué en cine se ha convencionalizado la presencia de un tipo de momentos. ¿Qué tiene de interesante un funeral? Al final es interesante que no esté, es un estímulo para el espectador. Le permite disparar su imaginación y su inteligencia, haciéndose preguntas.

¿Hay un intento de no politizar la película sobre el tema del terrorismo?
No hay ninguna referencia ni a la autoría del atentado ni a cuestiones políticas. Se trata manifiestamente de decir "voy a trabajar el dolor de la víctima". En España, estamos viviendo un momento en que los políticos están tremendamente enfrentados y yo quería marcar mi rechazo de toda la politización que existe allí.

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