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A concurso – The tracker

por 

- Llega a Venecia la película del australiano Rolf de Heer, una cruda denuncia de las masacres contra los aborígenes en una época demasiado reciente

Parece el oeste de Sergio Leone, pero es el interior australiano. En esa tierra roja, abrasada por un sol implacable, parece chorrear todavía la sangre de un pasado de vejaciones y homicidios imposible de olvidar. Un pasado no lejano que Rolf de Heer narra en The tracker (El rastreador ), a concurso en la Mostra. La historia de tres hombres blancos que persiguen a un negro evadido de la cárcel, guiados por la habilidad de un aborigen, misterioso personaje que no es lo que parece, muestra la Australia de 1922, época particularmente sanguinaria en la que era habitual masacrar a los aborígenes.
Escrita hace unos diez años y rodada tras haber recibido el apoyo del festival artístico de Adelaide, el guión, escrito por el propio de Heer, sufrió algunas modificaciones durante la realización, pasando de tener un tono de thriller a mostrar connotaciones políticas en las que no escatima denuncias y críticas. Un viaje en el que el camino es un terreno ardiente y donde los rastros anteriores pueden estar escondidos entre piedras y matorrales. Una ocasión para lanzar fuertes acusaciones y conceder pocas indulgencias. “No hay forma verdadera de resolver el problema – dice el director -, lo que pasó, pasó, pero espero que ni película ayude a encontrar una solución. En Australia tenemos aún que asumir nuestra historia si queremos construir un nuevo presente”.
Un pasado de tremendas masacres que de Heer convierte en algo todavía más infame, al sustituir las imágenes de sangre y muerte con algunas pinturas originales en las que la brutalidad de las acciones queda subrayada por colores fuertes y figuras bidimensionales. Pero también usa la música, elemento principal de la cultura aborigen, mediante la cual se transmiten las tradiciones.
“Me parecía que la historia de los cuatro personajes no podía desarrollarse solamente a través de diálogos y acciones; la música, compuesta por Graham Tardiff , y las canciones, cantadas por el músico indígena Archie Roach, debían ayudar a aclarar el contenido, incluso a subvertirlo”. Un mensaje importante para todos, como señala uno de los autores del reparto, en su totalidad australiano, Damon Gameau, debutante en el celuloide: “Para mi generación es importante encontrar un terreno común en el que nos reconciliemos con el mundo y la cultura de los aborígenes”. No podía ser más actual, como concluye Domenico Procacci, el coproductor italiano de la película: “Aunque habla de una realidad muy lejana de la nuestra, estoy convencido de la película tocará la sensibilidad de muchos, porque con los actuales problemas de inmigración, la cuestión de la convivencia entre las razas es cada vez más compleja”.

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(Traducción del italiano)

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