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PELÍCULAS / CRÍTICAS

De dioces y hombres

por 

- Una excelente película sobre los cristianos que se integran en el mundo musulmán aunque se enfrenten a su fe, mientras que un peligro mortal les acecha. Gran Premio en el Festival de Cannes 2010

Muy buen retorno de Xavier Beauvois a la competición del Festival de Cannes. Basada en el asesinato en 1999 de los monjes de la abadía de Tibhirine (Argelia), De dioces y hombres [+lee también:
tráiler
entrevista: Xavier Beauvois
ficha de la película
]
sortea con brillantez los obstáculos que acompañan a la austeridad del tema religioso y contagia a los espectadores una verdadera empatía hacia estos cristianos que estuvieron bien integrados en el corazón del mundo musulmán y que se confrontaron a su propia fe a medida que un peligro mortal se aproximaba.

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Rezos y cantos, estudios religiosos, trabajos manuales: la vida de los ocho sacerdotes del Monasterio del Atlas se desliza por una rutina dominada por el silencio y frugalidad. La pequeña comunidad encabezada por el hermano Christian (Lambert Wilson) también cuenta con el aprecio de los lugareños que se dirigen a la consulta médica del hermano Luc (Michael Lonsdale), reciben ayuda administrativa por parte de los sacerdotes, siguen sus consejos... Una buena armonía, en fin, más allá de las religiones, se descubre a través de los contrastes entre la disciplina monacal y la animación del mundo exterior, con una lentitud digerible gracias a una hermosa puesta en escena que incluye lujosas panorámicas sobre un paisaje que se extiende hasta perder la vista.

Se tensa el clima súbitamente cuando un grupo de fundamentalistas islámicos degolla a unos obreros croatas a 20 kilómetros de la abadía, antes de irrumpir armados una noche en el monasterio. Sin conceder nada, el hermano Luc aleja el peligro pero tiene que enfrentarse al deber de lidiar con el miedo de muchos sacerdotes («No he venido aquí para un suicidio colectivo») que se plantean abandonar la región y el país. El peligro no dejará de crecer; la situación, de agravarse por unos toscos militares que buscarán proteger o evacuar a los monjes y sospechan de su indulgencia para con el enemigo. ¿Quedarse o marcharse? La dolorosa cuestión toma progresivamente proporciones cada vez mayores hasta llegar a problemas de fe. Cada uno de los ocho monjes reacciona a su manera: algunos están al borde de una crisis de vocación, otros se convencen de su compromiso («en mi vida de sacerdote médico he tratado con gente muy distinta, incluyendo nazis, incluso con el diablo. No temo a la muerte, soy un hombre libre») bajo la tutela del hermano Christian, que logrará unir a la comunidad («nuestra misión es ser hermanos de todos», «el amor puede con todo») antes de que suceda lo inevitable.

A hombros de un reparto excelente, De dioces y hombres roza la perfección, si bien peca de una duración un poco excesiva y un final que asume una versión de la historia un tanto discutible (los monjes asesinados por los islamistas, cuando en realidad la posibilidad de un atropello militar está lejos de excluirse), mientras que la magnífica secuencia de la comida que lo precede, envuelta por El lago de los cisnes de Tchaïkovski, habría constituido un final ideal.

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(Traducción del francés)

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