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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Quartier lointain

por 

- Un quincuagenario es transportado bruscamente a su infancia en la Francia de la posguerra. Sam Garbarski nos ofrece un bello retorno al pasado inspirado en una manga de Jiro Taniguchi

Hay en el cine de Sam Garbarski un verdadero deseo de historia que abre la vía a los cuentos y a los “érase una vez”. Y este deseo de posibles encantamientos se inspira en personajes en búsqueda de sí mismos, hombres o mujeres algo acosados por sus vidas de adultos, pero que luchan por intentar reconstruirse. Su cámara no los deja nunca, los alza más allá de sus pequeñas miserias con humor, se acerca a sus gestos, con ternura. Después de Le Tango des Rashevski e Irina Palm [+lee también:
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el cuento es más de hadas, más loco y poético.

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Un hombre sale de viaje de dos días para asistir a un salón de cómics. Su mujer no tiene muestras de afecto con él. Sus hijas, tampoco. Él arrastra su bolso y su cuerpo en un París gris y lluvioso. Para ello era necesario el atractivo rostro ajado de Pascal Greggory, cuya cara demacrada tiene la rudeza de la dignidad abrumadora y la ternura de las pieles desnudas para que no haya allí nada de agotador, solamente un fuerte sentimiento de soledad y fragilidad. Él se dirige hacia “la extraña aventura que esperaba, para la cual no estaba preparado”, nos cuenta, cuando el azar de un tren tomado por error lo transporta al andén de su infancia. Un pueblo ya más o menos abandonado donde, misteriosamente, se siente repentinamente sumergido en su infancia, en su cuerpo de adolescente de 14 años, en una vida de familia aún no destrozada por la repentina, irremediable y misteriosa partida de su padre. Pero no ha perdido la cabeza, la de un hombre que vivió con la edad de su propio padre en esta época. Este regreso a su pasado le ofrece la posibilidad de cambiar su historia, quizá; de escapar a lo que él es; de reconstruirse, en definitiva.

Una sobreimpresión soñadora, las primeras palabras de la voz en off, la música a la vez luminosa y misteriosa del grupo Air bastan para que Quartier Lointain nos transporte al otro lado del espejo. En una suave levitación, la película evoluciona lentamente de la nostalgia hacia la melancolía, del sentimiento del tiempo pasado al sentimiento del tiempo que pasa, según la bella distinción de Baudelaire. Magníficamente interpretada por sus actores, con una bella fotografía ora vaporosa, ora luminosa, construida sobre un tempo más bien lento, al ritmo de grandes planos fijos, de planos amplios contemplativos y de movimientos de cámaras un poco lánguidos, Quartier lointain cultiva una forma de suavidad respecto a la materia que filma, como si no se debiera agitarla demasiado por miedo a que se rompa. A la manera de los seres durmientes que no deben ser despertados demasiado abruptamente, la cinta se mantiene con fragilidad en este espacio, entre sueño y realidad. La lentitud también se insinúa por momentos en su trama narrativa no siempre muy tensa; pero las tramas un poco ligeras permiten también soñar las películas mientras se las ve, reconstruirlas o inventarlas, por nuestra parte.

Aquellos a quienes les gustó el cómic no deben esperar reencontrarlo. El éxito de la película de Garbarski consiste en adaptar libremente esta historia, trasladarla a Francia, a este pueblo de las montañas, mezclar pactos de posguerra y notas de los años 60 respetando al mismo tiempo la atmósfera del manga, su pudor, su suavidad y su misterio. Ya que en la película como en el libro, no se soluciona nada; nada sino una reconciliación consigo mismo, con la vida y la historia propias. Y el hombre, a su regreso, ya no será tan transparente. Ya es algo. Y es una hermosa tranquilidad.

Fuente: Cinergie

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(Traducción del francés)

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