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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Pater

por 

- El veterano Alain Cavalier entrega un sorprendente film político que mezcla verdad y ficción: un experimento cinematográfico que compitió en el festival de Cannes de 2011.

Alain Cavalier presentó en competición en el Festival de Cannes Pater [+lee también:
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, una película que sigue la línea marcada por sus experimentos anteriores (Le Filmeur [+lee también:
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). El director, esta vez, agrandó su dispositivo introspectivo e íntimo a caballo entre la ficción y el documental, invitando al actor Vincent Lindon a su universo y proponiéndole un juego de roles. No sólo Cavalier y Lindon se filman y filman el proceso de creación de la película (sobre todo, sus peripecias culinarias), utilizando, juntos o alternativamente, pequeñas cámaras digitales, colocando una sobre un trípode con el fin de aparecer ambos en el campo, interpretando asimismo escenas de ficción pura y dura en las que uno encarna al Presidente de la República (Cavalier) y el otro (Lindon), al Primer Ministro.

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Por extravagante y sumamente compleja que parezca la hipótesis sobre el papel, la película toma forma en la sencillez y se desarrolla con tal espíritu de libertad que a menudo uno se pregunta ¿es verdad lo que veo o no? Pater es fascinante, desconcertante, a veces irritante y a menudo divertida; es no solo una baldosa más en la reflexión de Alain Cavalier sobre la creación, sino también una oportunidad para transmitir un mensaje político sobre la necesidad de repartir mejor las riquezas.

El Presidente de la República, Cavalier, y su nuevo Primer Ministro, Lindon, esperan "agitar un poco a la gente" estableciendo una regla jurídica que regula la diferencia entre los salarios más bajos y los más altos. Esta diferencia actualmente es de 1 a 50; nuestros dos falsos políticos buscan reducirla a una proporción de 1 a 10 o 1 a 15. Sus proyectos no se quedan ahí: entre otras cosas, pretenden forzar a todo aquel que deja el territorio nacional con su fortuna a devolver su Legión de honor y a tener prohibida la entrada a los palacios nacionales; quieren incluso condenar a la pena máxima a todo aquel político electo que haya robado cualquier cantidad de dinero por ínfima que sea. Es digna de mención el sistema de escritura de los discursos y, sobre todo, la planificación y ejecución de la próxima campaña presidencial, en la que ambos serán candidatos, siguiendo la tradición del hijo que apuñala al padre. El director nos ofrece numerosos debates serios y absurdos, reales e imaginarios, que evocan cuidadosamente el característico estilo refinado de Cavalier.

Entrecortada con cortos pasajes de comentarios del director mediante la técnica de voz en off, la experimental Pater practica a menudo el empleo de citas de autoridad (en ocasiones equivocadas). Se escucha crujir el pan recién sacado del horno en una panadería, se habla de corbatas y del precio de la ropa, del dopaje de los deportistas (críticas al velocista Usain Bolt), se organiza un picnic en el bosque con verdaderos falsos guardaespaldas y muchos otros episodios. Los comentarios y las pullas que Cavalier y Lindon intercambian acaban confundiéndose totalmente con las opiniones del Presidente y del Primer ministro, respectivamente.

Pater se erige así en un enorme desafío, al límite de la pérdida de equilibrio, que apuesta por una improvisación a la vez falsa y verdadera, como la entrega del testigo para un cineasta que, a pesar de su actitud decididamente marginal, ahonda en el centro mismo del proceso de manufactura del cine. Estas permanentes idas y venidas entre los bastidores y la escena, intelectualmente estimulantes y divertidas, no tienen la fuerza emocional de Irène y aparecen como una experimentación lograda sólo parcialmente en lo que concierne al ritmo, lo que no empaña en absoluto el inmenso talento como investigador de Alain Cavalier y del otro excelente protagonista, Vincent Lindon.

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(Traducción del francés)

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