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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Cesar debe morir

por 

- La representación de la obra de Shakespeare a cargo de unos presos en Roma es el eje de una película fascinante a concurso en la 62a Berlinale.

En 76 minutos, los varios relatos ensamblados por los hermanos Paolo y Vittorio Taviani en Cesar debe morir [+lee también:
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han provocado la primera gran emoción del público berlinés desde el inicio de la competición. Los directores italianos han alcanzado la máxima expresión del género cinematográfico a la hora de filmar una representación de una obra de teatro de William Shakespeare.

Rodar el descubrimiento del arte teatral por parte de los detenidos de la cárcel de alta seguridad de Rebibbia (Roma) surgió por casualidad cuando alguien les confesó haberse emocionado hasta la lágrima por una representación de El infierno de Dante (fruto de la iniciativa de Fabio Cavalli, gracias al cual el teatro de Rebibbia se erigió en institución respetada que acoge miles de espectadores, muchos de ellos alumnos de la escuela). Así empieza la película, con la escena final de Julio César, tras la cual la imagen vuelve al blanco y negro y los presos-actores regresan a sus celdas. Volvemos atrás para descubrir lo que acaban de vivenciar: los cástings y los ensayos ya forman parte de sus vidas.

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Si estos mafiosos y camorristas encarnan la tragedia enteramente masculina del bardo es porque no les son extraños los motivos y desencadenantes de los actos de Bruto y otros “hombres de honor” que conspiran y asesunan a su amigo Cesar blandiendo el estandarte del “deber”. Ellos integran plenamente (cada uno en su dialecto) la tragedia shakesperiana, la insostenible tragedia que atraviesa, hace llorar y encoge el pecho por su inmensidad. La historia de esta representación es también la historia de cada uno de sus actores, lo que despliega el arte del dramaturgo isabelino en toda su medida.

Cesar debe morir es, a la vez: el relato de una experiencia carcelaria fascinante, catártica, redentora (algunos de los criminales que aparecen en pantalla cambiaron de vida tras su paso por el teatro, como Salvatore Striano, viejo delincuente reconvertido a actor, al que vimos en Gomorra [+lee también:
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); la historia de los italianos que descubren de repente una figura central de su cultura; el retrato del gran dolor de quien ha matado y se despierta prisionero para siempre de sus crímenes; un bonito homenaje a Shakespeare, y, sobre todo, un himno rotundo al poder del arte, revelado de pronto a estos hombres que desconocían por completo esta belleza. Cuando la representación concluye y, tras seis meses de luz, el telón se cierra, uno de los detenidos pronuncia estas sobrecogedoras palabras: “ahora que conozco el arte, esta celda se ha convertido en una prisión”.

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(Traducción del francés)

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