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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Lo imposible

por 

- Una fiel reconstrucción del tsunami. La cámara no se separa de una de las familias afectadas y nos inocula su angustia, dolor, búsqueda y esperanza.

¿Debemos llorar en el cine? ¿Hasta dónde, emocionalmente hablando, debe llegar una película? ¿No es acaso el séptimo arte emoción, carcajada y, también, llanto? El debate se vuelve encarnizado con esta gran producción española, una empresa titánica en la que se embarcó hace años Apache Entertainment -una productora de ambición internacional como demuestra éste y otros títulos suyos como Intruders [+lee también:
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- y que por fin, rodeada de gran expectación, llega a las salas para, como sucedió con la anterior película de Juan Antonio Bayona, El orfanato, arrasar, tanto en taquilla como con el estado anímico del respetable.

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es impecable y hay que aplaudir al equipo al completo. El espectador, desde que se apagan las luces, se sumerge en una pesadilla recreada hasta el mínimo detalle. Destacan, no sólo unos efectos especiales visuales donde, afortunadamente pues le robaría credibilidad, se ha discriminado lo digital, sino también los sonoros: los primeros fotogramas, como aperitivo del desastre que se avecina, nos entierran en la oscuridad de la pantalla, letalmente puntuada por el sonido de un mar embravecido y amenazante.

El argumento sigue a una familia que llega a Tailandia a pasar las navidades y, de repente, es arrollada, como el resto de la costa, por un maremoto que les separa violentamente: por un lado la madre (Naomi Watts) y el hijo mayor (magnífico Tom Holland). Por otra, el padre (Ewan McGregor) y los dos más pequeños. El paraíso ha dado un vuelco fatal en pocos minutos y se ha convertido en el más cruel de los infiernos, donde la supervivencia no está asegurada. El resto del metraje desmenuza la búsqueda constante de su miembros para intentar recuperar la unidad familiar que una ola gigante ha devastado.

El guionista Sergio G. Sánchez -que firmaba también el argumento de El orfanato [+lee también:
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- ha sido fiel al relato que María Belón, la española en quien se basa el personaje de Naomi Watts, a la hora de armar esta historia que apuesta, sin pudor, por las emociones de alta graduación y poco por la sutileza. Hay que ser una piedra, una planta o un mueble para no llorar contemplando algunas de las escenas más impactantes de este dramón que, desgraciadamente, vivieron miles de personas, la mayoría de ellas sin la -buena- suerte de los protagonistas.

Guionista y director hacen todo lo posible para que lo pases tan mal como los protagonistas, de quienes apenas tienes información, pues el tsunami irrumpe al poco tiempo de iniciarse el metraje. Por tanto, la empatía con ellos resulta algo forzada; pero con la incursión de una melodramática música omnipresente -innecesaria, dado el cariz sobradamente tremendo de lo que se cuenta, que no precisa subrayados- el espectador es vencido por esta experiencia emocional extrema. Asimismo chirría una cursi escena -en la que aparece Geraldine Chaplin- digna del peor Spielberg, ése al que la crítica acusa de manipulador sentimentaloide.

Y le resta suspense el hecho de que el espectador sepa, también al poco de suceder la tragedia, que todos los miembros de la familia están vivos, quitándole así misterio y tensión a la búsqueda. Pero, como asegura Bayona (Barcelona, 1975), su intención era mostrar todos los aspectos, acciones y consecuencias tras la hecatombe, sin descuidar ninguno de ellos, a modo de un gran reportaje siguiendo a los integrantes de una familia que, después de sobrevivir a aquel horror, no volvió a ser la misma.

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